El ojo del cielo (fragmento) "En el Café de Salamanca se reunían los parroquianos principalmente para hacer negocios. También había parejas que tomaban el té. Y el rey, como te iba diciendo, al pasar camino de una mezquita que iba a inaugurar, hizo detener el coche para tomarse un refrigerio. Se acordaba muy bien del helado de crema de chantilly de la famosa fiesta. Con el rey se detuvieron los policías y cortesanos, y también algunos militares con sus guerreras llenas de chapitas de colores. Todos sacaron sus lenguas a la vez, como en formación, para saborear sus helados. Y durante unos minutos se oyeron lametazos y suspiros de placer en vez de taconazos y órdenes de mando. El Café de Salamanca se convirtió en un lugar de moda; ya ves, habiba, lo famoso que llegó a ser Mantecón en mi país, y lo lejos que puede llegar un pasiego cuando sale por el mundo con su cuévano a la espalda. [...] Un día bajaron, o sea, vinieron, unos guardias por la gran avenida que lleva a la callecita en que está el café y se pararon ante la terraza entoldada. Todo ello con gran aparato de motos y con un coche con el banderín de palacio del que rechinaron los frenos. Allí nunca sabes, cuando ocurre una cosa así, si es que te van a detener o te van a hacer ministro. Esta vez no fue ni lo uno ni lo otro. Mantecón salió de la cocina limpiándose las manos con el delantal y luego quitándoselo de un tirón, mientras el oficial de la Guardia Real se cuadraba ante él. Que le iban a llevar a palacio, que el rey le mandaba llamar, eso dijo el oficial de uniforme rojo, cubierto con una gran capa blanca. " epdlp.com |