La arena pesada (fragmento)Anatoli Ribakov
La arena pesada (fragmento)

"No recuerdo con qué broma salí del paso. Efectivamente, ¿Qué me parecía Valia? Era difícil saberlo. Era mi maestra y yo su alumno, un paleto mayor de edad que lo había olvidado todo por completo, excepto quizá las cuatro reglas. Venía cada martes y cada viernes, trabajaba conmigo hasta muy tarde; cuando me explicaba la lección fruncía ligeramente el ceño, no sonreía, no se reía, era seria, concentrada; a veces se echaba para atrás los cabellos de la frente, ligeros y vaporosos, y cuando se los tocaba desprendían olor de agua y de jabón infantil, era un instantáneo hálito de pureza y frescor. Y tanto sus cabellos como el gesto con que los echaba para atrás, como el olor, eran para mí partes de su personalidad, de la personalidad de una profesora de matemáticas con sus fórmulas y sus demostraciones. Y nada más… ¡Las matemáticas, sabéis, son una asignatura que no da risa! Yo me esforzaba tanto como podía, estudiaba desde la mañana hasta avanzada la noche y empezaba a comprender algo, ¡sentía incluso cierto placer, palabra de honor!
Mis relaciones con Valia no fueron más allá de las horas de estudio. Era una muchacha buena, inteligente y hermosa, pero cuando llega el amor esto verdaderamente no es lo principal, por desgracia, claro. Y ésta fue entonces mi decisión, quizás una decisión incorrecta o puede que correcta, estábamos en unos niveles demasiado diferentes, no estaba a su altura… Pero cuando me acuerdo de esta ilustrada muchacha, de su cara seria, de sus cabellos suaves, del gesto con que se los sacaba de la frente, del olor a limpio que con ello provocaba, experimento una agradable sensación.
Bien, pasé felizmente los exámenes e ingresé en la sección de estudios por correspondencia del Instituto Industrial de Leningrado.
Me quedaban tres días libres, mi estado de ánimo era magnífico; camino de casa, decidí pasar por Járkov para visitar a Efim. Trabajaba en la Fábrica de Tractores, y había terminado la carrera en el Instituto Politécnico sin dejar la producción. Se había casado en la Fábrica de Tractores y nos lo había comunicado, pero no como algo importante, sino así, de pasada, junto con otros asuntos, colocándonos ante el hecho consumado. En aquella época se casaban y asunto terminado, no había automóviles con cintas de colores ni muñequitas en el radiador. "



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