La fiebre negra (fragmento)Andrea Barrett
La fiebre negra (fragmento)

"La madre de las niñas les contaba historias: cómo las manos germano-rusas de su abuelo Leo habían injertado viñas francesas en raíces norteamericanas, pues después de Ucrania los inviernos de Nueva York le parecían fáciles de manejar. Los Couperin, viticultores rivales en la parte alta del lago, se habían burlado de sus prácticas de cultivo, pero en 1957, cuando nació Bianca, Leo obtuvo su revancha. Una brutal ola de frío dejó intactos los protegidos viñedos de los Marburg y acabó con los del resto de viticultores; Walter Couperin perdió todos sus híbridos y tuvo que volver, enfurecido, a la uva Concord.
Leo sonrió, se guardó sus secretos y plantó hectáreas de gewurztraminer, que Couperin no podía cultivar, y de rkaziteli, una uva rusa caprichosa para todos salvo para él. Las niñas crecieron escuchando palabras como almizclado, envejecido, tanino o sin cuerpo. Como todos los niños, sabían más de lo que creían saber.
En otoño, el aire frío que bajaba de las colinas quedaba suspendido, blanco y uniforme, bajo las espalderas. Las bodegas de Leo prosperaron y Theo, su primogénito —y padre de las niñas—, se lanzó al negocio con una pasión arrojada y feliz. Peter Couperin, el heredero de Walter, injertó Seyval en la mitad de sus viñedos Concord, pero ni siquiera así logró superar a Theo.
La madre de las niñas, Suky, les contó todo esto, y mucho más; ella también provenía de otra familia de viticultores. Cuando las niñas eran muy pequeñas, les dijo: «Vuestro padre os bautizó con los colores rojo y blanco, como los personajes de un cuento».
Se llamaban Rose y Bianca, Bianca y Rose: inseparables. O eso creían. En la casa blanca de Hammondsport, en la orilla occidental del lago Keuka, aquellos nombres formaban una única palabra en boca de su madre, como una de las uvas de Leo. Rose y Bianca, oían, cuando las llamaban para cenar. «Tuvisteis suerte de que vuestro padre no os llamase Merlot y Chardonnay, o Cabernet y Aurore».
En otros aspectos no fueron tan afortunadas. Cuando Rose tenía diez años y Bianca casi nueve, un turista que conducía a toda velocidad por la carretera del lago atropelló a su madre, que murió en el acto. Suky Marburg, rezaba la lápida. Amada esposa de Theo; querida hija de Alice y Charles; adorada sobrina de Agnes, Marion, Caroline y Elaine. Ninguna mención a «madre perdida de», y para colmo se las consideró demasiado jóvenes para asistir al funeral. "



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