Las variaciones Bradshaw (fragmento)Rachel Cusk
Las variaciones Bradshaw (fragmento)

"A veces, de pie en el patio asfaltado, le envuelven vagos sentimientos de bondad y compasión, casi de tristeza. Normalmente llega temprano; los niños todavía no han salido. Las brillantes estructuras geométricas para trepar, el cajón de arena vacío, los arbustos cuidados e indestructibles en los parterres, todo le resulta muy familiar. Parece estar recordándolo y, sin embargo, lo tiene delante de los ojos. Es como si lo observara desde un extraño más allá. Aquí, comprende Thomas, es donde Alexa pasa la mayor parte de las horas de vigilia.
Llega más gente; Thomas empieza a oír murmullos de conversaciones, llantos de bebé, gritos de niños pequeños. Se ha percatado de que en la media hora que pasa allí el nivel de ruido ambiental del patio asciende virtualmente sin trabas desde un piano a un fortissimo. Siempre llega un momento en que ya no logra distinguir un sonido de otro. Es esta pérdida de la capacidad de individuación lo que hace que se sienta irreal. Necesita que salga Alexa; necesita algo que pueda identificar para volver a existir. Varios bancos pequeños rodean el recinto y Thomas se sienta en uno. Tararea el adagio. Tamborilea con los dedos en los muslos.
En una jarra de la mesa de la cocina hay rosas amarillas. Las puso Thomas. Le llaman la atención cada vez que pasa: un estallido de sol en las sombrías profundidades de la habitación de abajo.
Intenta recordar qué mes es. El amarillo de las rosas le hace pensar en el verano, pero la luz ambiental es gris y apagada, como dispuesta a rendirse ante la oscuridad en cualquier momento. Thomas se ríe en voz alta: qué risa, no sabe en qué mes está. Recita para sí los nombres de los meses. Ningún nombre le dice más que otro. Por un segundo ni siquiera sabe en qué parte del día está, si la incipiente oscuridad está creciendo o menguando, si se acerca la noche o el día. Mira el reloj; recuerda que es jueves, que están en enero. Se siente mejor. Ha completado una tarea pequeña pero necesaria, algo capaz de hacer que se sienta más cómodo. El año es un acontecimiento que contempla sin participar en él, como el público de una obra de teatro. Se ha acomodado entre el público, a gusto en su falta de ambición, pero de vez en cuando lo atrapa la ansiedad, expulsado súbitamente de sí mismo, como una criaturita incauta a la que el predador agarra de pronto por los talones. La falta de participación implica cierta vulnerabilidad. La ansiedad puede abatirse sobre él en cualquier momento y llevárselo.
Decide empezar a correr. Acompaña a Alexa al colegio y luego se aleja corriendo por la mañana, corriendo por las aceras, siguiendo las calles residenciales hacia el parque. Lo hace a diario. Al cabo de una semana su cuerpo se siente más orgulloso, con más energía. Le llena un afán, como una tensión que nunca llega a identificar ni a resolver, pero que traslada al desgaste de la carrera del día siguiente. Nota la tensión y nota el alivio de gastarla. Las rosas se vuelven marrones alrededor de su centro amarillo. "



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