La única historia (fragmento)Julian Barnes
La única historia (fragmento)

"Cuando enfilé de nuevo Wigmore Street, vi delante de mí la John Bell & Croyden donde ella había comprado el diafragma. Caí en la cuenta de algo horrible. Que el anticonceptivo había fallado, que se había quedado embarazada y que ya estaba afrontando las consecuencias. La ley del aborto aún se estaba debatiendo en el Parlamento, pero todo el mundo sabía que había médicos —y no solo al fondo de la bocacalle— que practicaban «procedimientos» más o menos por encargo. Imaginé la conversación: Susan explicando que su joven amante la había dejado embarazada, que no mantenía relaciones sexuales con su marido desde hacía veinte años y que un hijo destruiría su matrimonio y pondría en peligro su propia salud mental. Esto bastaría para que cualquier médico accediese a practicar lo que eufemísticamente se denominaba, en los historiales clínicos, una DL: dilatación y legrado. Un pequeño raspado en la pared del útero, que a su vez despegaría el embrión adherido.
Yo rumiaba todo esto mientras almorzaba en un café italiano. No sabía qué pensar, o, mejor dicho, pensaba varias cosas incompatibles. La idea de ser padre siendo todavía un estudiante me parecía una locura aterradora. Pero también me parecía, algo, digamos, heroico. Subversivo pero honorable, fastidioso pero vigorizante: noble. No pensaba que sirviese para figurar en el Libro Guinness de los Récords —sin duda había chicos de doce años sumamente ocupados en dejar preñada a la mejor amiga de su abuela—, pero desde luego me convertiría en un ser excepcional. Y suscitaría una indignación de mil demonios en el Village.
Solo que ahora ya no iba a suceder. Porque Susan se estaba deshaciendo de nuestro hijo en aquel mismo momento, a la vuelta de la esquina. De pronto me invadió la cólera. El derecho a elegir de una mujer: sí, yo creía en eso, teórica y realmente. Aunque también creía en el derecho de un hombre a que le consultaran.
Volví al coche y aguardé. Alrededor de una hora más tarde ella dobló la esquina y se acercó cabizbaja, con las mejillas envueltas en el pañuelo. Apartó la cara al subir al coche. "



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