Amy Foster (fragmento)Joseph Conrad
Amy Foster (fragmento)

"Se trataba de un nativo de la cordillera oriental de los Cárpatos, y el buque hundido la noche anterior en Eastbay había zarpado de Hamburgo lleno de emigrantes y era el Herzogin Sophia-Dorothea, de infausta memoria.
Unos meses después, supimos por los periódicos de la existencia de las fraudulentas «agencias de emigración» que actuaban entre los campesinos eslavos de las regiones más remotas de Austria. El objetivo de aquellos rufianes era apoderarse de las granjas y caseríos de aquellas gentes pobres e ignorantes, y estaban confabulados con los usureros locales. Casi siempre embarcaban a sus víctimas en Hamburgo. En cuanto al barco, lo había visto yo entrar en la bahía desde esta misma ventana, una tarde gris y amenazadora, ciñendo al viento corto de trapo. Llegó al fondeadero marcado en la carta, frente a la estación de los guardacostas de Brenzett. Recuerdo que, antes de caer la noche, volví a contemplar las siluetas de su arboladura y de su jarcia, que se recortaban negras y puntiagudas sobre un fondo de nubes desgarradas color pizarra y, más a la izquierda, la aguja más fina del campanario de Brenzett. Al oscurecer, el viento arreció. Al llegar la medianoche, oí desde la cama el estruendo de sus terribles ráfagas acompañadas de una lluvia torrencial.
Fue más o menos a esa hora cuando los guardacostas creyeron ver las luces de un vapor en el fondeadero. De pronto desaparecieron; pero es ostensible que algún otro buque había intentado refugiarse en la bahía aquella noche infernal de escasa visibilidad, había abordado al barco alemán por el través (abriéndole una grieta, según me contó después uno de los buzos, «por la que habría podido pasar una gabarra del Támesis»), y había vuelto a marcharse intacto o dañado, nadie lo sabe; pero había salido de la bahía, ignoto, sigiloso, fatídico, para perecer misteriosamente en el mar. Jamás volvió a saberse nada de él, a pesar del revuelo que se levantó en todo el mundo, y que habría terminado por encontrarlo si hubiera seguido navegando en algún lugar sobre la superficie de las aguas.
Ni una sola pista y un cauteloso silencio, como el de un crimen cuidadosamente perpetrado, fueron las características de aquella horrible tragedia que, como quizá recuerdes, se hizo tristemente célebre. El viento habría impedido que los gritos más desgarradores llegaran a la costa; es evidente que nadie tuvo tiempo de avisar del peligro. La muerte llegó sin el menor ruido. El navío de Hamburgo, inundándose de golpe, volcó al tiempo que se hundía, y, al amanecer, no asomaba por encima del agua ni la perilla del más alto de sus mástiles. Los guardacostas lo echaron en falta, como es natural, y al principio pensaron que había garreado o que su cadena se había roto durante la noche, y que el viento lo había empujado mar adentro. Más tarde, al cambiar la marea, el casco hundido debió de moverse un poco y liberar algunos de los cuerpos, pues el cadáver de una niña (una pequeña de cabellos rubios con un vestido rojo) llegó a la orilla delante de la torre de defensa. Por la tarde pudieron verse, a lo largo de tres millas de playa, unas figuras negras de piernas desnudas que aparecían y desaparecían entre la espuma revuelta; y hombres de aspecto tosco, mujeres de facciones endurecidas y niños, casi siempre rubios, fueron conducidos, rígidos y empapados, en parihuelas, zarzos y escaleras, en larga procesión más allá de la Posada del Barco, para ser colocados en una hilera bajo el muro norte de la iglesia de Brenzett. "



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