Pobre Richard (fragmento)Henry James
Pobre Richard (fragmento)

"Habían estado casi a punto de llegar a un mutuo entendimiento, y cuando un movimiento común de sus manos ya se disponía a rasgar el velo que los separaba, alguna maligna influencia los había paralizado a ambos. ¿Acaso eran demasiado orgullosos? ¿Tenían demasiada poca imaginación? Debemos contentarnos con suponerlo. Severn había atravesado el patio, como ciego, diciéndose: «Pertenece a otro», y añadiendo, tras haber visto a Richard: «¡Y vaya uno!». Gertrude se había acercado a la ventana repitiéndose en voz baja: «Pertenece a él mismo, sólo a él». Como si aquello no bastara, cuando —incomprendida, ofendida, herida— iba ya a refugiarse en su querido pasado, insulso y lleno de pequeñas obligaciones, en ese momento Richard Maule había surgido para advertirla de que no encontraría ninguna paz, ni siquiera en su propio hogar. En la impertinencia de dicha aparición había algo que le indicaba que el destino jugaba en su contra, y en su mente se deslizó un elemento de pánico hacia ese hombre cuya pasión era tan insistente. Sentía que ahora ya resultaba totalmente inadecuado compadecerse de él. Era esclavo de su pasión, y ésta era tenaz. En reacción frente al exagerado respeto de Severn, halló cierto placer recordando que Richard había sido brutal. Él, al menos, se había atrevido a insultarla, la quería lo bastante para olvidarse de sí delante de ella. No había dudado en hacerse odioso ante ella rechazando así las formas convencionales. ¿Qué le importaba a él la sensación producida? Sólo le preocupaban sus propias impresiones. Dicha reacción fue, sin embargo, tan breve como violenta, ya que Gertrude no podía echarse atrás tan deprisa sin tropezar. Una vez recuperada de dicho incidente, se dio cuenta de que había perdido su sangre fría. Sonrió en su fuero interno ante la idea de que él se había tomado unas vacaciones durante toda un tarde. «Richard tenía razón —se dijo—. No soy en absoluto una estúpida, no puedo serlo aunque lo desee. Soy demasiado la hija de mi padre para eso. Quiero a este hombre, pero me quiero más a mí misma. Así pues, no merezco en modo alguno tenerlo. Si lo quisiera de una manera propia para retener su amor, me sentaría inmediatamente a mi mesa para escribirle un mensaje diciéndole que si no regresa me moriré. Pero no redactaré tal mensaje y tampoco me moriré. Voy a vivir, voy a recuperarme, me ocuparé de mis gallinas, de mis flores y potros, y daré gracias al Señor, cuando sea vieja, por haberme evitado toda acción impúdica. ¡Sí, soy como él me ha hecho! Si un día decepciono a otros es algo que desconozco, ¡pero a mí seguro que no me decepcionaré nunca! ¡Tengo, a pesar de todo, el temperamento de Gertrude Whittaker! Y esto es lo que ha evitado que me ridiculizara escribiéndole al pobre Richard el mensaje que no le mandaré al capitán Severn. Sentía la necesidad de imaginarme que no estaba en lo cierto. He sufrido tan poco que necesitaba una sensación fuerte. Así, como una buena y astuta yanqui, creí poder comprarme una sensación a buen precio haciéndome cargo del pobre muchacho. Que el cielo no me permita caer en heroicas grandilocuencias; en particular una grandilocuencia de pacotilla. Me niego a tomar el camino de la grandilocuencia. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com