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El príncipe de los timadores (fragmento) "Esta respuesta era más de lo que la dama podía soportar, dado el estado de agitación en que se hallaba, y, antes de que el detective pudiese evitarlo, ocultó el rostro entre sus manos y rompió á llorar amargamente. Klimo intentó tranquilizarla; pero todo fue inútil, y cuando la dama se retiró, aún surcaban por sus mejillas dos hilos de lágrimas. Unos diez minutos más tarde, cuando el detective había dado orden á la sirvienta de que no admitía más consultas aquel día, vio que la señora Jeffreys había dejado olvidados los preciosos cablegramas. Llevado de un sentimiento de curiosidad, extendió los tres sobre la mesa, volvió á leerlos, encontrando que, como hemos dicho ya, los dos primeros no ofrecían interés alguno, y se fijó detenidamente en el tercero. ¿Quién era aquel Séptimo O'Grady que vivía en Chicago y cuyos asociados pasaban su tiempo discutiendo los agravios de Irlanda? ¿Cómo podía vivir sin hacer nada no teniendo los bienes propios? Otra pregunta acudió á la mente del detective, que le preocupó más que las anteriores: Si no tenía asunto alguno en que ocuparse, ¿por qué fue á Inglaterra y acudía con tanta frecuencia á Midlands? Dejando á un lado este jeroglífico, empezó á descifrar el último cablegrama, seguro de que su autor estaba bastante inquieto, como él mismo indicaba, cuando lo redactó. ¿Por qué se hacía mención de Alpha y Omega? ¿Qué ó quiénes podrían estar representados en aquellas palabras? ¿Qué relación tenían con Nero? ¿Qué significarían catorce y diecinueve unidos á hoy? ¿Por qué cinco lagos habían de arreglar setenta y ocho Brasiles? ¿Qué sentido podría encontrarse á los números uno, veinte y nueve, poniéndolos juntos? Leyó de nuevo el cablegrama desde el principio hasta el final y viceversa; y, como ha ocurrido á otros muchos hombres, empezó á interesarse en el asunto, precisamente porque no lo entendía. Cuando dejó el disfraz de Klimo convirtiéndose de nuevo en Simón Carne, continuaba perplejo y preocupado. " epdlp.com |