Algún día, hoy (fragmento)Ángela Becerra
Algún día, hoy (fragmento)

"Y tras cientos de pasos desnudos sin dejar de frasear y bautizar sus emociones, lentamente la silueta del cerro El Volador se fue dibujando en el horizonte y la luz le indicó que se acercaba a la ciudad.
Al llegar a El Edén, el ensordecedor ruido de las guacharacas acompañado de un grito desgarrado de mujer la obligaron a silenciarse. En medio de los matorrales La Madremonte se acercaba a ella amenazante. Era aquel ser fantasmagórico que se dedicaba a proteger los bosques. Iba rodeada de luciérnagas, con su cuerpo cubierto de líquenes, hojas y flores. La mujer sin rostro se le acercó, la olisqueó como si fuese un animal buscando presa y, tras percibir su olor silvestre y reconocerla como una de las suyas, se calmó y la dejó pasar no sin antes inclinar su cabeza.
Entre la tupida maleza, la visión de una pequeña fuente de agua hizo que le dieran ganas de orinar.
Se adentró entre borracheros y monsteras, oyendo los remotos y conocidos aullidos de los pequeños duendes que en ese momento hacían de las suyas enredando las crines de los caballos. Eran los mismos que cada noche la despertaban cuando vivía en la choza con su madre. No los temía.
Se levantó la falda, se bajó los calzones y se acuclilló en un matorral. Mientras lo hacía, un sapito la observaba atento.
[...]
Una vez Betsabé decidió pasar la noche en la entrada, los perros iniciaron un lastimero concierto de aullidos.
Cenicio, que después de lo sucedido llevaba cuarenta y ocho horas peleándose con su insomnio, los oyó y se preocupó.
Se levantó de un salto y decidió investigar. O era un amigo de lo ajeno o...
Armado con su machete, hizo una ronda rápida en el interior. Inspeccionó piso por piso, pasillos, rincones y puertas, hasta llegar a la buhardilla con la remota esperanza de encontrar a Capitolina allí.
Nadie.
La estancia respiraba silencio.
Desde una de las ventanas oteó el exterior buscando el motivo del nocturno desasosiego de los animales. Nada parecía perturbar aquella horrible noche, ya convulsa por el inesperado acontecimiento.
Antes de su desaparición, la última persona que la había visto y con la que hablara había sido él. Pero ninguno lo sabía y, por supuesto, no lo iba a revelar.
Después de dar varias vueltas por la casa, Cenicio salió al jardín. "



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