El último magnate (fragmento)Francis Scott Fitzgerald
El último magnate (fragmento)

"Era una noche azul espléndida. La marea estaba a punto de cambiar y los pececillos plateados se mecían mar adentro esperando a que fueran las 10:16. Unos segundos después de la hora esperada, un enjambre de peces llegó con la marea y Stahr y Kathleen caminaron descalzos entre ellos mientras chapoteaban en la arena. Un negro se les acercaba por la orilla, recogiendo los peces a toda velocidad en dos cubos como si estuviera recogiendo ramitas. Llegaban de dos en dos y de tres en tres y en batallones y en compañías, incesantes, exaltados y resentidos alrededor de los pies desnudos de los intrusos, así como habían llegado antes de que Sir Francis Drake hubiera clavado su placa en la piedra de la orilla.
[...]
Ahora eran personas diferentes las que partían de vuelta. Cuatro veces habían hecho el trayecto de la costa ese mismo día, y cada vez eran una pareja diferente. Habían dejado atrás curiosidad, tristeza, y deseo; se trataba de un auténtico regreso… a ellos mismos, a su pasado, a su futuro y a la presencia incipiente del mañana. Le pidió que se sentara cerca de él en el coche, y ella así lo hizo, pero no parecían estar cerca el uno del otro, ya que tal cercanía debe ser construida paulatinamente. Nada permanece inmutable. Estuvo a punto de pedirle que fuera a la casa que tenía alquilada a pasar la noche con él, pero pensó que esto le haría parecer solitario. Mientras el coche ascendía por la colina de camino a su casa, Kathleen buscaba algo en el asiento de atrás. "



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