Viaje a la Habana (fragmento)Reinaldo Arenas
Viaje a la Habana (fragmento)

"Ella miró su reloj y echó andar rumbo al Parque Central. A la altura de la calle 79 se acercó a un banco donde estaba sentado un joven quien obviamente la aguardaba. Pensé (estoy seguro de ello) que aquel joven era la persona que Elisa había telefoneado desde Broadway. El diálogo fue ahora tan breve como el que había sostenido por teléfono. Sin mayores trámites los dos se internaron entre los matorrales del Parque Central. No me fue difícil mirar sin ser visto lo rápido y bien que la pareja se acoplaba. Las hojas secas crujían bajo los cuerpos y los mutuos jadeos ahuyentaban hasta a las ardillas quienes, soltando unos largos chillidos, se trepaban a los árboles. Aquello duró como una hora y media aproximadamente, puesto que sobre las doce y treinta ya Elisa se paseaba con gran serenidad por la zona pornográfica de la calle 42. Con gran desenfado observaba a los hombres que por allí transitaban buscando evidentemente alguna mujer o algo por el estilo. Un tramo más abajo, Elisa se detuvo ante un negro gigantesco y bien parecido que estaba parado junto a la puerta de un peep show. Desde luego que no pude oír lo que hablaron, pero al parecer Elisa fue sin rodeos al grano: antes de cinco minutos entraron en una de las cabinas del peep show. Allí estuvieron encerrados más de media hora. Al salir el joven negro lucía extenuado; Elisa, radiante. Eran ahora las dos de la madrugada y todavía ella seguía caminando por aquella zona. Unos instantes después la vi entrar con tres robustos norteamericanos de apariencia campesina en una caseta del peep show llamado el Black Jack. A los quince minutos tiró la puerta de la cabina y salió al parecer bastante complacida. No esperé para ver el rostro de los tres hombres... Cuando vi entrar a Elisa (ahora con un puertorriqueño que tenía un ostensible aspecto de chulo) en el peep show que está en la octava avenida entre la 43 y la 44 pensé que indiscutiblemente mi «prometida» no acudiría esa madrugada a la cita que me había dado. Y a pesar de mi experiencia no pude dejar de sentir una derrota total: Elisa era la mujer de la cual yo me había, por primera vez, enamorado... Pero quince minutos antes de las tres, ella salió del peer show y se encaminó hacia el Wendy’s por lo que yo, olvidándolo todo con tal de volver a estar junto a ella, eché a correr para estar allí, esperándola. Ante la mirada de sorpresa de la cajera y de los demás empleados me aposté como de costumbre detrás de la pared de cristal. A los pocos minutos llegó Elisa y nos fuimos para mi cuarto.
Insólitamente aquella noche en la cama ella se mostró más exigente que otras veces, que es mucho decir. A pesar de mis conocimientos y de mi deseo me costó trabajo satisfacerla... Aunque después de la batalla me hice el dormido, no pegué los ojos ni un instante. Aun estaba perplejo por lo que había visto. Desde luego, no creí conveniente decirle que la había espiado, ni mostrarme celoso, aunque en realidad lo estaba. Por otra parte, tampoco me consideraba con derecho a exigirle fidelidad pues en ningún momento nos la habíamos prometido. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com