La isla del holandés (fragmento)Ferrán Torrent
La isla del holandés (fragmento)

"Quiso darle una sorpresa a Isabel, esperándola en la puerta de la ferretería donde trabajaba. Era cerca de la una y media de la tarde, la hora de descanso para la comida de mediodía. A menudo la llamaba la víspera de ir a la ciudad, pero esta vez, como el doctor Ferrús y los demás habían decidido su viaje ya entrada la noche, Martí prefirió no telefonear para no molestar a la madre de Isabel, una mujer de edad que se iba a la cama pronto.
La tienda en la que Isabel trabajaba era una de las ferreterías de más renombre. Tenía doce empleados en nómina, un gran almacén con todo tipo de herramientas por muy insólitas que fueran y, en la fachada, dos grandes escaparates que mostraban casi al completo la gran gama de materiales que poseían.
Isabel trabajaba de cajera. Josep Martí estaba orgulloso de ello, porque se trataba de un puesto de extrema responsabilidad. Era una gran mujer, pensó mientras la observaba, atendiendo, con la cordialidad que la distinguía, al último cliente que quedaba en el local. Una persona profesionalmente ambiciosa, dispuesta a obtener, con el esfuerzo que fuera necesario, diplomas que la acreditaran como taquígrafa o bien como contable por si surgía la oportunidad de un puesto de trabajo mejor remunerado. Él, en cambio, apenas entendía de números ni se atrevería a escribir su nombre a máquina, ni a nada que no fueran las faenas propias que había aprendido de niño. Sin embargo, tenía la seguridad de que Isabel le valoraba otras virtudes. Eran dos mundos distintos pero complementarios.
Cuando Isabel salió de la ferretería, quedó tan sorprendida por la presencia de Martí que él no supo captar su reacción. ¿Quizá no se alegraba de verlo? No, no era eso, es que no estaba acostumbrada a esta clase de sorpresas. Y, además, tenía que ir a casa sin falta: su madre probablemente a esa hora ya tendría la comida en la mesa a fin de que su hija pudiera hacer una siesta —corta— y llegar puntual al trabajo. Entonces Martí le explicó que había decidido el viaje de madrugada. Debería haber telefoneado a lo largo del día, pero, entre unas cosas y otras, se le había ido de la cabeza avisarla. "



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