Sidi (fragmento)Arturo Pérez-Reverte
Sidi (fragmento)

"Al día siguiente, Ruy Díaz fue a buscar otro caballo.
Tenía dos, Cenceño y Persevante, uno de marcha y otro de guerra; pero este último empezaba a perder facultades y reclamaba un digno retiro: el jefe de la hueste lo había comprobado en la cabalgada contra la aceifa morabí. Necesitaba un tercer animal joven, sano y vigoroso, capaz de afrontar una campaña dura con sus previsibles combates. De manera que, acompañado por Yaqub al-Jatib y por Minaya, cabalgó hasta unos establos que le recomendaban como los mejores de
Zaragoza: los de Ali Farach, comerciante de caballerías y proveedor de las cuadras reales.
Los establos se hallaban en las afueras de la ciudad, al otro lado del río: una gran casa entre árboles, con cobertizos para los animales en torno a un picadero.
Su propietario, les contó Al-Jatib mientras se acercaban, era hombre bien situado. Hacía traer sementales del Rif y de los condados francos y los cruzaba y criaba con mucho esmero
[...]
Había dos cadáveres junto al sendero, entre los pinos y enebros que crecían al pie de la muralla. Llevaban allí dos días y empezaban a oler fuerte. Se los adivinaba por eso y por el zumbido de las moscas.
Ruy Díaz pasó cerca de los cuerpos sin prestarles atención, manteniendo en alto el escudo para protegerse de dardos o piedras que pudieran tirarle desde arriba. Los muertos eran moros leridanos de los caídos la primera noche, cuando la vanguardia de la hueste llegó a Piedra Alta. Una veintena de hombres subió despacio explorando el terreno, y los de dentro hicieron una salida para probar la solidez de los atacantes. Había sido una escaramuza confusa y rápida en la oscuridad, y los defensores se replegaron dejando atrás a esos dos y a otro que se pudría algo más arriba, cerca del portón y su puente levadizo. "



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