Los asesinos entre nosotros (fragmento)Simon Wiesenthal
Los asesinos entre nosotros (fragmento)

"Mengele no estaba seguro de que su pasaporte paraguayo, recién nuevo, le protegiera y pensó que sería más seguro salir de Buenos Aires. Se fue a Bariloche, hermoso y frecuentado lugar del distrito de los lagos andinos, donde muchos nazis ricos tienen elegantes villas y vastas haciendas. Bariloche está lo convenientemente cerca de la frontera con Chile, otro de los refugios favoritos de muchos ex nazis.
En Bariloche ocurrió un misterioso accidente. No puedo facilitar la fuente de mi información pero puedo afirmar su autenticidad. Entre los turistas de Bariloche, se contaba por entonces la señorita Nora Eldoc, de Israel, que visitaba a su madre, con quien había estado en Auschwitz donde la señorita Eldoc fue esterilizada por el doctor Mengele. Por pura casualidad pasaba unos días en Bariloche precisamente cuan­do Mengele estaba allí. Tenía cuarenta y ocho años, era todavía atractiva y contaba con muchos amigos en la población. Una noche, en el baile de un hotel local, se encontró de pronto cara a cara con Men­gele. El informe de la policía no dice si él la reconoció (Mengele había «tratado» a miles de mujeres en Auschwitz), pero sí reconoció el núme­ro tatuado en el antebrazo izquierdo. Por unos segundos, la víctima y el torturador se miraron uno a otro en silencio, pues testigos presenciales aseguraron luego que entre ellos no se cruzó palabra. La señorita Eldoc, le dio la espalda y salió de la sala.
Pocos días después, ella no regresaba de una excursión de monta­na. Se dio aviso a la policía y tras varias semanas de búsqueda el cuerpo magullado de la señorita Eldoc fue hallado dentro de una grieta profunda del terreno. La policía hizo una investigación rutinaria y atribuyó su muerte a un accidente montañero.
Tras el rapto de Eichmann, el airado gobierno argentino presentó sus quejas argumentando que hubiera entregado a Eichmann volunta­riamente. Ello me parecía más que sobradamente dudoso, e informé a los servicios telegráficos y a los principales periódicos del mundo de lo sucedido en el caso Mengele. Tales revelaciones puede que conven­cieran a ciertas personas de Buenos Aires de que era necesario hacer algo respecto al caso Mengele, pues una orden de arresto fue publi­cada por las autoridades argentinas en junio de 1960. Llegaba dema­siado tarde. El mismo día en que tuvo lugar la captura de Eichmann, el doctor Mengele había escapado cruzando la frontera brasileña y desaparecido así una vez más. No por mucho tiempo, sin embargo. Un día de abril de 1961 un hombre que llamaré Johann T., un alemán entrado en años que formó parte del Partido nazi y que todavía está en contacto con sus antiguos Kameraden vino a verme. Johann, con el que he venido teniendo trato desde el final de la guerra, me ha dado en repetidas ocasiones informes que han resultado ser exactos y muy útiles. Me consta que si Johann me ayuda no es por un sentido de culpabilidad ni porque quiera expiar crímenes cometidos durante el régimen de Hitler, ni porque sienta especial simpatía por los judíos, sino porque aun siendo un fogoso nacionalista alemán, tiene muy per­sonales razones en su actitud para con los nazis. En 1942, su sobrina Linda, bonita muchacha rubia y de ojos azules, fue llevada contra su voluntad a un castillo de los llamados «Lebensborn», campo oficial nazi donde los jóvenes arios, machos y hembras, se juntaban para producir super-arios, exactamente la clase de lugar que el doctor Mengele pudo haber inventado. Allí Linda dio a luz a un crío cuyo padre no podía identificar ya que pudo ser cualquiera de la docena de jóvenes SS que habían estado con ella de acuerdo con el programa, Johann nunca pudo olvidar tamaño insulto a la dignidad humana y en una ocasión dijo que nunca dejaría de odiar a los nazis por sus pervertidas teorías racistas. Cuando se presentó en mi oficina en 1961, hacía años que yo no lo veía. Ahora su pelo era blanco, pero sus sentimientos seguían siendo los mismos. "



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