Juguete de nadie (fragmento), de Todo y la recompensaDaniel Sada
Juguete de nadie (fragmento), de Todo y la recompensa

"Para esto, ya casi habían llegado a una carretera. Celedonio confuso, Miroslava pensando en las riquezas, los perfúmenes, las joyas, los besos sin verdad, y hacerse indiferente, y huir cuando quisiera, porque ella primero, primero su belleza; con estos pensamientos se olvidaba del otro, el buen ofrecedor. ¿Sí? soplaba un viento fuerte que revolvía el cabello de la joven, le tapaba la cara y ella sacando un peine; luego, por la cinta de asfalto empezaron el rumbo, él dijo sin motivo, y a ver si le atinaba: —¿Entonces qué mi amor? La mujer temblorosa dio media vuelta pronto y se fue corre y corre por el monte: ¿Seguirla? Quién sabe si al rato regresara, con eso que le daba por correr nomás por ocurrencia, o tal vez sí cumplió con lo que dijo. Quién sabe si en Guasave las cosas anduvieran muy tranquilas; quién sabe si la casa a lo mejor fuera otro cabaret. Y hacia el atardecer la joven no llegaba. Entonces Celedonio al saberse parado y solitario en medio de aquel monte: avanzó rumbo al sur.
Seguramente si se iba de frente llegaría en una hora a la plaza de Ahorne. Lo hizo, para bien. Miroslava tal vez nunca podría llegar a la casa del dueño. ¿Regresaría la joven? ¿Pero a dónde? Celedonio, detenido un momento, estudió una estrategia. Era el último plan pero el más arriesgado, dejarle en un papel escritas unas frases —y clavarlo después en una orilla de la carretera—: La letra que estás leyendo pertenece a Celedonio. Si quieres encontrarme, ve a la ciudad de México y pregunta por mí, porque allá voy a andar. Lo hizo, lo clavó. Allí, a la buena del viento podría volar muy alto y muy lejano y el recado tal vez se borraría. Tal vez otro u otra lo viera riéndose a carcajadas, pero tal vez la joven, tal como él lo pensaba, regresara al lugar de la separación; encontrara el papel y, después de leerlo, obediente y dichosa decidiera buscarlo en aquella ciudad, durante noches y días. La cosa era saber.
Y se fue caminando.
Cada paso crecía, Celedonio: con muchos ademanes y hablando con susurros. El papel volador, o resistente: las letras movedizas, las formas encueradas, Miroslava corriendo y el papel detrás de ella. ¿Hacia dónde? Ahorne. Celedonio llegó casi al ^oscurecer. Y luego lo agarraron unos tres policías. Para ellos fue fácil poderlo distinguir entre las sombras largas de los árboles que salían del panteón, y la tarde rojiza, toda triste y rosada cuando caía en las calles, las sombras. "



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