La hija del veterinario (fragmento)Barbara Comyns
La hija del veterinario (fragmento)

"De repente empezó a toser con una tos ronca que le sacudía todo el cuerpo.
No podía sujetarme los brazos y conseguí zafarme de ella. Me quedé quieta un momento. Luego eché a correr y la dejé en la penumbra, todavía tosiendo. Me avergoncé de dejarla así, indefensa y retorcida, pero tenía que huir. Cuando llegué a casa, los gritos del loro me saludaron desde el vestíbulo. Me acordé de cuando Rosa lo desterró al lavabo, y de lo abatido que estaba el pobre, picoteando el suelo hasta que lo llenó de agujeros. Cerré las cortinas del comedor, avivé el fuego, me quedé mirando la butaca en la que Rosa se sentaba a protestar y me alegré de verla vacía y de que ella estuviera en la oscuridad, tosiendo sola.
No le conté a mi padre que me había encontrado con Rosa. De todos modos, casi nunca hablábamos, solo de vez en cuando, de los animales y de las comidas.
A veces comíamos juntos sin decir una sola palabra, y cuando yo iba a la cocina a buscar el pudin, me ponía a hablar sola, de lo tensa y nerviosa que estaba.
Hasta le hablaba al pudin. «Vamos, Postrecito de Manzana, ahora tenemos que comerte. Espero que sepas mejor de lo que aparentas. ¡Pero, bueno, Plato, no me sirves! ¿Sabes que tienes una desportilladura muy grande? Aquí hay uno mejor.
Aunque ahora que te veo bien resulta que tienes mostaza seca. ¡Mira que eres granuja! Aquí estás, Bandeja, es hora de trabajar un poco para variar.» Volvía al comedor y veía a mi padre recostado en la silla, mordiéndose el bigote y dando golpecitos con los dedos cuadrados encima de la mesa. Siempre se ponía la servilleta en el cuello, y la cara parecía muy amarilla en contraste con la
servilleta blanca. Últimamente daba la impresión de que le había encogido la cara. La verdad es que había encogido todo él, y yo esperaba que no fuese por culpa de mis comidas. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com