Capital de la gloria (fragmento)Juan Eduardo Zúñiga
Capital de la gloria (fragmento)

"Ella se atrevió a toser para mostrar que estaba allí, que había otra persona y la cabeza de él se volvió hacia donde había oído la tos, pero la cerilla se apagó; brilló otra, y con ella iluminó la figura que tenía cerca y acaso pudo ver los ojos espantados.
-¿Qué haces ahí? -era un hombre joven con una gorra gris.
-Espero... la lluvia -contestó con voz vacilante, como sorprendida en un delito. El hombre la miraba fijamente pero cesó la luz y quedaron en la semioscuridad del agua que seguía cayendo estrepitosamente y cuyo ruido les rodeaba.
-¿Quién es usted?
-¿Yo? ¿Qué soy? Soy...cartero. Y usted, ¿qué hace ahí?
-¿Eres soldado? -pero no obtuvo respuesta.
Él encendió una nueva cerilla y la acercó a la cara de ella y la miró con atención.
-¿Estás borracha? -dijo, y sonrió, pero ella negó con la cabeza. Era casi un muchacho, con un rostro ancho, que desapareció al hacerse oscuridad de nuevo. Rosa no pudo contenerse y murmuró.
-Tengo miedo.
El hombre dio un paso hacia ella.
-¿De qué tienes miedo? -y le tocó una mano.
-La guerra, van a matar a mucha gente.
-Bueno, bueno, no hay que tener miedo.
Brillaba la punta del cigarrillo, la brasa a la altura de la cara, y ella notó el olor del tabaco.
-Vienen por mí -exclamó con voz desfallecida, sintiéndose muy débil. Alzó las manos y se cogió de su brazo, y entonces él se aproximó mucho a ella, la rozó con el cuerpo y Rosa se estrechó contra él.
-Vamos, no te pasará nada.
Le puso un brazo por encima de los hombros y estuvieron un rato callados, quietos, escuchando la lluvia, en un ambiente de sombras y frío. Rosa oyó un ruido de tambores, sordo, pausado, que se acercaba; como un único tambor enorme, o muchos que venían con la noche, en una multitud silenciosa y malvada, dispuesta a destruir todo, y avanzaban hacia la estación, y al figurarse esto, lo que tanto temía, dio un chillido, se tapó los oídos con la palma de las manos y para protegerse, corrió al umbral de una puerta cerrada, se acurrucó en el suelo y gritó, porque gritando alguien podía venir y salvarla; así aulló durante horas. "



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