Sobre la marcha (fragmento)Luis Spota
Sobre la marcha (fragmento)

"Para las diez y media, con la luz frente a los ojos, quemándoles la piel y haciéndolos transpirar abundantemente, todos se preguntaban a qué pendejo se le habría olvidado que la sombra cae, fresca y apetecible, ancha, en el lado opuesto de la placita de rosadas baldosas y faroles coloniales que marca el centro, ahora remodelado, de Cuamaná —Santuario Cívico de la República, pues allí, en una casa de adobes, había nacido más de un siglo antes, hijo de peones, quien llegaría a merecer estatuas de bronce y piedra; películas y novelas; poemas épicos y romances populares; pinturas de caballete y hectáreas de murales; obras de teatro y centenares de libros de ensayos; monedas de un peso y billetes de veinte, avenidas, jardines y provincias con su nombre, en el país y en el extranjero.
El gobernador Enrique Gavilán; los líderes campesinistas Cosme San Juan e Isaías Vargas, que evitaban mirar a su común enemigo, Diego Portillo, del CNC; el senador Heriberto Andonegui y su colega Bonales; el banquero Capicúa Antich, natural de la provincia; el diputado Ordóñez y Justo Balbuena, director de la Financiera Rural; los senadores y diputados que viajaban en el tren o que habían llegado a saludar al candidato, y los que aspiraban a sucederlos durante la Administración Ávila Puig, se protegían los ojos con lentes oscuros. De ese discreto modo se libraban de la molesta claridad y podían abatir los párpados sin que los demás se dieran cuenta que los adormilaban el pesado calor y la tediosa oratoria que seguían desgranando los compañeros que algo tenían que decir a propósito del Viejo Eleuterio, el Héroe Venerado que dijo: «Mueran los propietarios. La tierra nos pertenece», antes de ponerse a ocupar todas las que alcanzaron a meterse entre las pezuñas de su caballo. La bala de una traición le llevó la muerte, un descolorido amanecer, en el villorrio de Tejeringo, desde entonces sitio de llanto e ignominia. La Reforma postulada por Eleuterio no avanzó mucho. Fue detenida. Ello no impidió que a su promotor se le siguiera honrando casi con cualquier pretexto. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com