El simpatizante (fragmento)Viet Thanh Nguyen
El simpatizante (fragmento)

"Fue entonces, para mi gran alivio, cuando oímos explotar la primera de las bombas. Todo el mundo giró la cabeza en dirección a la explosión, que fue seguida de otra y de otra más, al noroeste. Es el aeropuerto, dijo Bon. Bombas de doscientos kilos. Luego sabríamos que tenía razón en ambas cosas. Desde nuestra perspectiva, sin embargo, no pudimos ver nada más que unas columnas nebulosas de humo negro al cabo de unos momentos. De pronto pareció que toda la artillería de la ciudad se ponía a disparar, desde el centro hasta el aeropuerto, desde cañones ligeros que hacían clac-clac-clac hasta los pesados que hacían chug-chug-chug. Las ráfagas de balas trazadoras de color naranja subían en remolinos en el cielo. El estruendo hizo salir a todos los residentes de la maltrecha calle a sus ventanas y al interior de sus portales, y yo enfundé otra vez mi revólver. Espabilados por la presencia de testigos, los tenientes de marines se subieron a su jeep sin decir una palabra más, arrancaron y se alejaron, zigzagueando entre el puñado de motocicletas que había en la calle hasta llegar al cruce. Luego el jeep frenó hasta detenerse y los marines salieron dando tumbos y empuñando los M16, mientras las explosiones continuaban y los civiles se agolpaban en las aceras. El pulso se me aceleró cuando los marines nos miraron con expresiones hostiles bajo la luz amarillenta de una farola, pero lo único que hicieron fue apuntar al cielo, aullar y gritar mientras disparaban sus armas hasta vaciar los cargadores. El corazón me latía muy deprisa y el sudor me caía por la espalda, pero sonreí para mis amigos y encendí otro cigarrillo.
¡Idiotas!, les gritó Bon mientras los civiles se acuclillaban en los portales. Los marines nos gritaron unos cuantos insultos antes de volver a subirse al jeep, doblar la esquina y desaparecer. Bon y yo nos despedimos de Man. Después de que éste se marchara en su jeep, yo le tiré las llaves a Bon. El bombardeo y el fuego de artillería se habían detenido, y Bon se pasó todo el trayecto hasta su apartamento al volante del Citroën soltando imprecaciones contra el Cuerpo de Marines. Guardé silencio. No necesitábamos que los marines fueran educados. Necesitábamos que tuvieran los instintos adecuados cuando había vidas en peligro. En cuanto al insulto que me habían dedicado, me molestaba menos que mi propia reacción a él. Ya tendría que haberme acostumbrado a aquel calificativo erróneo, pero por alguna razón no era así. Mi madre era nativa y mi padre extranjero, y tanto amigos como desconocidos habían disfrutado recordándomelo desde mi infancia, escupiéndome y llamándome bastardo, aunque a veces, para variar un poco, me llamaban bastardo antes de escupirme. "



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