O Barão de Lavos (fragmento)Abel Botelho
O Barão de Lavos (fragmento)

"Aquella noche de marzo, abierta y húmeda, hervía alegremente una gran agitación al final de la Rua do Salitre. Corría el año 1867. Frente a frente, los Varieties y el Price Circus alineaban sus festivos quemadores de gas, a los que los golpes del noroeste daban un inquieto parpadeo. Jueves noche de retozar con un sobre para la buena sociedad. Cierta inundación en el Circo. A cada lado del portal de entrada, un semicírculo compacto de gente se afanaba, cada uno con una taquilla en el centro, y ambos estaban igualmente pegados, presionados hambrientos contra la pared verde del cobertizo, y rodeaban la calle afuera, en una forma irregular gritó y confundió, a lo largo de todo el ancho del macadán. Todos querían un billete. Había sombreros volcados, hombros que penetraban la cuña, brazos arponeando vigorosamente las celosías marrones de las contraventanas, manos retirándose triunfalmente, muy levantadas, con un papelito azul al viento.
La agitación crecía a cada minuto. Se vendieron agua fresca, bollería y dátiles. En el primer piso, con tableros verdes, justo debajo del Circo, chicas con batas blancas invitaban: ¡Psst! ¿No quieres subir, pequeño? a los hombres guapos que pasaban. Un olor a cebo y guiso flotaba en el aire con cada soplo de viento. La profusa iluminación de los dos teatros se volvió dorada, se atenuó, levantó las octogenarias calizas de las variedades, iluminó los espejos leonados sobre el húmedo basalto de la acera y permitió vislumbrar en la penumbra, en la calle de arriba, la tortuosa hilera de los edificios que se construyeron. A intervalos pasaba un tren; y en su rápido paso entre los dos teatros, una doble cinta de fuego lo recorría en la fluidez del pulimento.
Sin embargo, por allí deambulaba un hombre que no parecía tener mucha prisa por entrar. Iba y venía, se detenía, escudriñaba a la multitud, pasaba automáticamente de grupo en grupo, en esa tortuosa ansiedad de quien busca ansiosamente a alguien. En la mirada, dilatada y testaruda, con una sequedad inflamada y vidriosa, brillaba la obstinación de un deseo; mientras en la boca la brasa del cigarro en fiebre de pequeños movimientos bruscos, denotando que los labios y mandíbulas se agitaban nerviosamente por una fuerte preocupación animal. "



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