Imágenes y santuarios célebres de la Virgen Santísima en la América Española (fragmento) "¿Qué maravilloso imán atraía tan irresistiblemente a la Rábida al audaz y heroico navegante? ¿Qué estrella misteriosa brillaba en aquel pedazo de cielo andaluz, que con tan dulce encanto serenaba el ánimo conturbado del héroe, y guiaba tan felizmente sus pasos al término de la anhelada empresa? ¿Era únicamente el trato amable del Padre Fray Pérez, o la conversación ilustrada y docta del sabio Padre Antonio de Marchena? No, por cierto. Desde hacía algunos años se veneraba en el santuario de la Rábida una devotísima imagen de la augusta Madre de Dios, con el título de Nuestra Señora de los Milagros; cuya breve, pero peregrina historia formará el remate del presente estudio. Las repetidas visitas a aquel claustro habían familiarizado al piadoso viajero con aquella santa efigie. ¡Cuántas veces se postraría ante ella, para implorar la soberana protección de la Reina de los Ángeles, en favor de sus atrevidos proyectos! ¡Cuán ardientes lágrimas derramarían delante de los altares de la que es llamada Auxilio de los cristianos y Consoladora de los afligidos! Por otra parte, ¡Qué grato es ver cómo las empresas más grandes y benéficas a la humanidad se han concebido, se han desarrollado y han logrado su éxito al amparo siempre de un santuario de María! Por manos de esta Virgen Inmaculada han venido y vendrán todas las gracias al mundo. No el acaso, sino la divina Providencia, obligó a Colón por medio de un imprevisto temporal a desembarcar de arribada en Palos, cuando huyendo de Portugal iba en pos de otro país más hospitalario y generoso. Era que en los planes de Dios estaba ya resuelto que a Nuestra Señora de los Milagros había de deberse este portento más: el Descubrimiento de América. Por esto Colón encuentra en aquel ignorado claustro franciscano la protección que hasta entonces ha buscado inútilmente en toda Europa; allí, al ínclito Marchena que comprende su locura, y abraza sus proyectos. Años después, lanzaba el héroe esta sentida queja: Nunca hallé ayuda de nadie, salvo de Fray Antonio Marchena, después de aquella de Dios eterno." epdlp.com |