Lejana y perdida (fragmento)Isaac Muñoz
Lejana y perdida (fragmento)

"Cuando se llega a la última cima del amor, no se sabe si el placer es demoniaco o divino.
Tus pupilas adquirieron la apariencia de unos ojos atraídos locamente por un abismo, pero tu alma obscura y miserable estuvo muy lejos de mi alma.
Todo estaba envuelto en una sombra de tedio y de tristeza mortuoria.
Y yo te amé basta desear matarme ferozmente ante tus ojos fríos, perdidos en no sé qué perversas visiones desconocidas.
Criatura despreciable y fascinadora, que todo lo había amado, que todo lo había acariciado, que había sentido en su cuerpo todos los estremecimientos.
Tus miradas, a intervalos, tuvieron enigmáticas veladuras azules, como para ocultar el gran misterio de dentro.
Y en tus labios, que eran distintos a todos los labios, como para expresar indefinibles monstruosidades, hubo una expresión acerba que exasperó frenéticamente mi pasión.
Recuerdo aquel día con la intensidad de un esmalte.
Llevabas tus ópalos, aquellos ópalos ambiguos siempre inquietantes, malditos como tus ojos y como tu boca.
Yo presentía que de tu corazón habrían de nacer las serpientes con la cabeza ensangrentada y fulgurante.
Levanté entre mis manos tu cabeza ligera huracanada, y miré tus ojos con una fascinación demoniaca.
Tú lloraste, y yo gusté en mis labios la mentira amarga de tus lágrimas.
Entre mis brazos yo te sentía temblar sollozante, triste y miserable como una pobre ave herida.
Y la piedad, ese despreciable sentimiento de enfermos, me hizo bueno, acariciador, implorante.
Hubo un momento, más fugitivo que un sueño, en que algo inefable y dulcísimo unió nuestras almas condenadas. "



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