La marca del zorro (fragmento)Johnston McCulley
La marca del zorro (fragmento)

"La lluvia caía a raudales sobre el tejado, el viento aullaba como alma en pena y el humo de la chimenea salía con tal fuerza que las chispas saltaban hasta el suelo.
—¡Qué noche más endemoniada para cometer fechorías! —rugió el sargento Pedro González, estirando sus enormes pies hacia la hoguera y tomando la empuñadura de su espada en una mano y el tarro de vino en la otra—. ¡Tal parece que el diablo aúlla en el viento y que los demonios bailan en las gotas de agua! ¡Qué noche más tétrica!, ¿verdad, señor?
—¡Así es! —asintió el posadero, un hombre gordo, apresurándose al mismo tiempo a llenar el tarro de vino, pues el sargento González tenía un genio horrible cuando lo provocaban, lo que siempre sucedía cuando no le servían el vino rápidamente.
—Una noche de todos los diablos —repitió el sargento, que era un hombre de gran estatura, apurando el contenido de su tarro sin tomar aliento, hazaña que siempre había llamado mucho la atención y que le había dado al sargento alguna fama por todo el camino real, como llamaban al camino que comunicaba las misiones en una larga cadena.
González se tendió muy cerca del fuego, sin tomar en cuenta que así impedía que llegara a todos un poco de calor. El sargento Pedro González con frecuencia opinaba que cada quien debería procurarse su propia comodidad antes que la de los demás, y como se trataba de un hombre muy alto y fornido, muy diestro con la espada, se topaba con pocos que tuvieran el valor de contradecirle."



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