La luz oblicua (fragmento)Paloma Villegas
La luz oblicua (fragmento)

"Yo me aturdí. Busqué dónde dejar el vaso de plástico que tenía, me cambié de mano el cigarrillo y, por fin, con retraso, puse mi mano en la suya y me acerqué a él. De inmediato, su brazo me ciñó totalmente, su pecho y sus caderas se pegaron por entero a los míos, lo que me tomó por sorpresa a pesar de que todos estaban bailando así, exagerando y haciendo teatro. Julio me sostuvo en la misma posición unos instantes, como o esperando el compás, me hizo oscilar a un lado y a otro y luego, con la pierna pegada de arriba abajo a la mía, me empujó hacia su derecha; se separó de mí un momento; retrocediendo, me obligó a avanzar hacia él, vino hacia mí, una rodilla entre las mías; volvió a ceñirme, su barba contra mi cara, y me llevó, cuatro o cinco largos pasos, hacia la izquierda. Entonces, se acabó la pieza. Él se apartó de mí, sin soltarme aún. Me miró sonriendo de nuevo, pero ahora más curioso que cómplice, o más bien sin complicidad ninguna sino con apreciativa sorpresa, y dijo: "Sigues muy bien...
Alguien cambió el disco, hubo protestas, llamaron a Julio junto al tocadiscos, no pusieron más tangos y la escena terminó, o más bien, ahí terminaba mi recuerdo de ella, mi muy repetido recuerdo, en el que siempre se prolongaba interminablemente el momento inicial, cuando yo me demoré, antes de aceptar su invitación, mientras sus dedos aguardaban en mi ni cintura, quietos, sin jalar ni presionar, firmes, y sus hombros me enfrentaban. Y también se alargaban en el recuerdo los segundos que tardé en entender que "sigues muy bien" no quería decir que yo seguía estando bien de salud o hermosa, sino que era un elogio a mi manera de plegarme a sus movimientos en el baile, de seguirlo, como el tango exige. Ese breve malentendido y la falta de una respuesta mía me dolían y me avergonzaban, qué tontería, en cada vuelta de la escena por mi memoria."



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