El profesor de Jeprs (fragmento)Simon Jenko
El profesor de Jeprs (fragmento)

"El maestro se sobresaltó, y un hombre sensato habría meneado la cabeza de haberlo visto en tal estado. Era como un paciente cuya enfermedad remite un poco antes de los últimos momentos, y luego se apodera del engañado que había esperado una mejoría por última vez. Cuando el maestro oye sonar la campana y se entera de que vienen los bomberos, pide con cierto éxito que el caballero vaya a verlo.
El Señor, recibido con grandes vítores y saludos, sale de la sala frente a la cama del paciente.
Una buena hora después, el maestro estaba muerto.
No habían pasado ni tres días desde la muerte del maestro cuando la gente empezó a decirse que Mrvec estaba embrujado. La niña, a quien no se le pudo convencer de seguir durmiendo en el piso superior, dijo que sonaba como si alguien estuviera lanzando troncos de haya o algo similar al suelo, que finalmente se oyó un estruendo, como si alguien saltara, y luego todo quedó en silencio. El propio Mrvec lo negó y afirmó que todo era solo la imaginación de una mujer. Lo cierto es que el cerrajero acudió a los bomberos el mismo día en que el rumor del horror se extendió por el pueblo y les pidió que celebraran la Santa Misa al día siguiente.
¿Para quién?, pregunta el caballero.
"Para el maestro del Rin", dice el cerrajero y, como si se entendieran, no dicen ni una palabra más.
El primer mendigo que llamó a la puerta del granjero recibió el dinero que Mrvec les dio para la Santa Misa.
Al anochecer de ese día, algunos afirmaron haber visto al cerrajero dirigirse a la casa del maestro, y dijeron que le había devuelto a la niña todo lo que le debía al casero. Al menos, no se quejó con nadie de haber perdido nada, y no se supo nada más del miedo en Mrvec.
El error de Martincek, aunque realmente importaba, fue positivo, pues sin él no habría recibido la trinca, que lo convirtió en una de las personas más ricas de la parroquia. En agradecimiento por la suerte que le había dado el maestro del Rin, el sastre mandó colocar una lápida sobre su tumba, que el cerrajero podría reconocer si alguna vez visitaba el cementerio de Jeprs, pues, aparte de algunas cruces de madera y hierro, no encontraría ninguna otra marca en las tumbas que le indicara los nombres de los difuntos."



El Poder de la Palabra
epdlp.com