Memorias sobre el descubrimiento del magnetismo animal (fragmento)Franz Anton Mesmer
Memorias sobre el descubrimiento del magnetismo animal (fragmento)

"Unos días antes de la publicación de esta Carta, supe que el Sr. Ingenhousze, miembro de la Real Academia de Londres e inoculador en Viena, quien, por divertir a la nobleza y a las personas distinguidas, por sus intensos experimentos en electricidad y por el placer con que variaba los efectos del imán, se había ganado la reputación de ser un físico; supe, digo, que este individuo, al enterarse de mis operaciones, las trató como una quimera y llegó a decir que "solo el genio inglés era capaz de tal descubrimiento, si hubiera podido". " Vino a mi casa, no para informarse mejor, sino con la única intención de persuadirme de que me estaba exponiendo al error y que debía suprimir toda publicidad, para evitar el ridículo que seguiría.
Le respondí que no tenía suficientes conocimientos para darme ese consejo y que, además, me complacería convencerlo a la primera oportunidad. Se presentó dos días después. La señorita Oesterline sufrió un susto y un escalofrío que la hicieron perder repentinamente el conocimiento; volvió a sufrir sus primeras convulsiones. Invité al señor Ingenhousze a mi casa. Vino acompañado de un joven médico. El paciente se encontraba desmayado y convulsionando. Le advertí que esta era la oportunidad más favorable para... Convencerse de la existencia del principio que anuncié y de su capacidad de comunicarse. Lo hice acercarse a la paciente, de quien me alejé, indicándole que la tocara. Ella no hizo ningún movimiento. Lo llamé de nuevo y le comuniqué magnetismo animal tomándolo de las manos. Luego lo hice acercarse a la paciente, manteniéndome aún lejos, y le indiqué que la tocara una segunda vez; esto provocó movimientos convulsivos. Le hice repetir este toque varias veces, lo cual hizo con la punta del dedo, variando la dirección cada vez; y siempre, para su gran asombro, producía un efecto convulsivo en la parte que tocaba. Concluida esta operación, me dijo que estaba convencido. Le propuse una segunda prueba. Nos alejamos de la enferma, para que pasara desapercibida, incluso si se hubiera dado cuenta. Le ofrecí al Sr. Ingenhousze seis tazas de porcelana y le pedí que me indicara en cuál quería que comunicara la virtud magnética. La toqué según su elección. Luego, hice que las seis tazas se aplicaran sucesivamente en la mano de la enferma; al llegar a la que yo había tocado, la mano se movió y mostró signos de dolor. El Sr. Ingenhousze, al pasarle las seis tazas de nuevo, obtuvo el mismo efecto."



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