Ninette (fragmento)Vicente Díez de Tejada
Ninette (fragmento)

"Al ruido inesperado del herraje, lanzó Rufinita un grito de espanto, volviendo instantáneamente a este mundo; y, al grito no menos inesperado de Rufinita, respondió con otro la exaltada Sebastiana.
Ambas se quedaron perplejas contemplándose, la niña estrechando a Ninette entre sus brazos, con aspecto de heroica defensa... La madre, mirando atenta a su hija, sin darse cuenta exacta de si lo que veía era o no una alucinación del malo.
La montañesa fue la primera en volver en sí de su asombro, y acercándose a la niña, preguntó ceñuda y malhumorada:
—¿Qué haces aquí? ¿Qué es esto?
—Es... la muñeca, madre...—contestó la criatura balbuciente—... la del Crisantemo... ¡Ninette!.. ¡Es mía!
—¿Tuya? ¿De dónde demonios sacas tú eso? ¿De quién es esta moña? ¿A quién se la has quitado?
—A nadie, madre; a nadie... ¡Es mía!... Me la ha dado el señor de la Serenita... ¡Me ha costado una perra gorda!
—¡Arreniego el demonio! —exclamó la campurriana santiguándose— ¿Pero qué embustes y qué embrollos estás ahí enjaretando?
Explicó Rufinita a su madre todo lo ocurrido, desde el trastrás; tanto lo referente al hallazgo de la perra, como lo acaecido aquella misma mañana, y persuadida ésta de la certeza de los hechos y de la verosimilitud del relato, por el acento de sinceridad de la muchacha, así como por la presencia de la caja de la muñeca, con sellos y etiquetas de El Crisantemo y aun por haber visto a Ninette en rifa, en el escaparate, creyó fácilmente en la buena suerte de su hija y aceptó gozosa aquella bendición de Dios que se le entraba por las puertas."



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