Presentes (fragmento) "El cortejo cruza el arco de pilones que marca el final de Alicante. Se abre el paisaje abierto, el ancho y libre campo de laderas sembradas que ha de conducir hasta El Escorial. Montañas áridas, secas, un gran cielo. El aire circula libre por entre los campos y las palmeras. Al frente, casi un kilómetro por delante, abren paso los motoristas del cuerpo de vigilantes de carreteras y un coche de servicio. Tras ellos, la carretera nacional despejada por completo, con la gente arracimada en las cunetas y los bordes. La escuadra de fusileros, a paso lento y con el arma a la funerala, antecede a la cruz de Falange y a la cruz de las Navas, sostenidas por sacerdotes en continua plegaria. Los sigue el jefe de ruta al mando. Él dirige. A continuación, centro de todas las miradas, va el féretro, llevado a hombros por doce falangistas. Junto a ellos marchan otros doce camaradas que han de relevarlos. Se harán relevos cada diez kilómetros aproximadamente. Todas las provincias de Falange, las cincuenta de España, tendrán el honor de llevar en andas, sobre sus hombros, el cuerpo de su Fundador. Junto a los doce relevistas preparados, a cada lado, marcha la escolta de doce camaradas armados, con la boca del fusil mirando al suelo y la culata mirando al cielo en señal de duelo. El cortejo es largo, imponente, impregnado de estética falangista, pasión religiosa y nervio militar. Tras el féretro desfila la presidencia, las altas jerarquías de Falange, el Ejército, las banderas, otra escuadra armada, las escuadras de portadores, los cientos de personas que acompañan los restos de José Antonio y, ya al final, alejados de la comitiva, los vehículos de servicio para la logística: ambulancias, camión y muchos coches y camionetas a distancia suficiente para no ensuciar con ruido de motores un traslado que se quiere silencioso. Sin gritos, sin proclamas. La orden es clara: Grave seriedad y sobrio silencio. El que alborota no siente; hace política, y es, por tanto, un farsante más en la desacreditada fauna de murmuradores y revoltosos de la España decadente que es preciso borrar. Eso han mandado. Por eso solo se oye el rumor de las plegarias y el ras ras, ras ras, de las suelas contra el asfalto. Un paso rápido y firme, vibrante y seco, procesional, militar. Un paso, literalmente, detrás de otro, sin avanzar más que esos treinta centímetros de un zapato. Un andar lento, grave, solemne. Majestuoso. Como de legionario romano. Un andar que empequeñece, que deja estático el afuera y aleja toda idea de progreso. Un millón y medio de pasos por delante. Y todo empieza con este primer relevo fuera de Alicante, en el kilómetro diez de la marcha." epdlp.com |