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El viejo poeta "Quizá lo supo alguna vez: adolescente, despertando a los tumultos de la melodía; joven, luchando con las trampas de la palabra; maduro, minado por la decepción y la ironía, intuyendo en períodos extremos la belleza despojada de todo, aislada y alta como el propio fracaso, honor de la poesía. Lo supo alguna vez: su destino era un cuarto encadenado al triunfo del moho y las arañas, habitación de triste hotel, desorden de ropas arrojadas, comedero de polillas, cárcel perfecta para el antiguo lobo de las musas. Si hubiera enloquecido, como Hölderlin, pudo haber sido su vejez un éxtasis de sí mismo, un agua musical que completara el orden matemático, la poética pura que admiró en Valéry. Pero la timidez y el orgullo le forjaron esos últimos años, sin libros, sin amigos, mochuelo que en la nada nocturna acostumbraba su andar de desterrado hacia la muerte. Alguna vez lo dijo: Yo lo quise, preparé mi destino, logré mi libertad, mi ironía fue dardo que ahuyentó complacencias, la pereza, una herrumbre que detuvo mi obra. Natural que el rencor de los otros desdeñara su canto, el puñado de versos memorables que hirieron a intervalos sus días. Y raro que hoy lo invoque (hoy que empieza a crecer la hierba del olvido sobre los arrasados paraísos de Orfeo), porque también como ellos sólo supe ignorarlo aunque a veces sus versos volvían a mis noches repitiendo su coro de belleza y de sombra para escuchar la vida, para encender los sueños y el corazón señor de la miseria. ¡Poesía, triunfo errátil, no olvides a tus siervos!" epdlp.com |