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Revolucionarios sin revolución (fragmento) "El debate estaba siempre abierto por escritores mediocres que buscaban imponer su chato naturalismo al considerable mercado del proletariado mundial. Los rusos obtuvieron este resultado sin esfuerzo dentro de sus fronteras gracias a la policía y al terror. Fuera de las fronteras rusas, para mayor beneficio de la cultura, las masas, poco dadas a lecturas difíciles, dieron su preferencia a géneros de la Serie Negra y a las revelaciones sobre las estrellas, las reinas y las cantantes. Aragon quiso participar en las discusiones del Congreso sobre la morfología de este ternero de cinco patas. Lo hizo, ¡ay!, sin el menor humor, del que parece haber perdido definitivamente el uso al cruzar el Berezina, y con su tendencia a exagerar. Anunció que las misivas vacilantes enviadas por corresponsales obreros (los rabcors, abreviatura rusa) a los periódicos comunistas constituían la fuente de la literatura proletaria. La observación estaba llena de sentido común, estas producciones respondían a todos los criterios del género; la única base que se puede y debe proponer a una organización de la literatura proletaria es el desarrollo sistemático del trabajo de los rabcors, dijo Aragon en el Congreso. Esta frase no carecía de astucia. Quien la pronunciaba sabía que estaba bien visto, en el partido, animar a los rabcors. Como escritor profesional, sabía también que eso no llevaría muy lejos. Los rabcors formaban parte de los trucos pseudodemocráticos inventados por la burocracia comunista. Se intentaba entonces aclimatarlos en la Internacional. Estas cartas de los lectores debían, en teoría, dar a conocer la opinión de la base sin pasar por el filtro de los periodistas profesionales. En realidad, se había creado una red de chivatos cuyos escritos, carentes de toda espontaneidad, no solo sufrían, como toda la prensa, la censura de las autoridades, sino que además traducían orientaciones provocadas para desacreditar o insultar a aquellos a quienes dichas autoridades querían abatir. El sistema, bastante eficaz, ¡todavía se usa mucho! Parece haber causado estragos en la China popular. En Francia, los rabcors se convirtieron en una red de espionaje que cayó como tal tras un sonado juicio. Al insistir en su importancia, Aragon no solo tomaba una posición que creía fuerte porque la juzgaba exagerada, un poco snob, si se puede decir; al mismo tiempo, relegaba a sus orígenes tradicionalistas y obsoletos y a sus formas gastadas los trozos de bravura rusos o franceses que sus autores intentaban clasificar en la categoría sagrada bajo el pretexto de que algunos de los personajes puestos en escena trabajaban en las fábricas." epdlp.com |