Los parias "¿Queréis que entre el arrullo de mis brazos tiemble el dormido corazón de Helena como entre sus asiáticas murallas y el vulnerable hijo de Peleo otra vez en su lecho halle al amigo por el que rugió hermoso? ¡Ay, quién pudiera con su soplo alentar tales prodigios y devolver la vida con su canto a quienes se mostraron por la tierra con tal deseo espléndido! Una aurora puedo mecer en vuestros corazones despertando la rosa en las mejillas de aquellos hechos, dando a sus miradas glaucos ojos y finas como liebres piernas aventureras que recorran con pasmo el verde mundo y, al regreso de sus trabajos, bellos cual conquistas de extraños soles, darles el acanto como fresco cojín de sus placeres. ¿Mas debe el hombre transmitir el culto de sus demencias? ¿Debe en sus delirios arrancar de la nada los secretos del caudaloso manantial antiguo sobre el cual las voraces primaveras desfilaron cual mármoles de sueño su gentil pubertad? Aquellos seres, aquellas enigmáticas hazañas, aquel juego de dioses sometidos Allá en el claro, cerca del monte bajo una higuera como un dosel, hubo una choza donde habitaba una familia que ya no es. El padre, muerto; la madre, muerta; los cuatro niños muertos también: él, de fatiga; ella de angustia; ¡ellos de frío, de hambre y de sed! Ha mucho tiempo que fui al bohío y me parece que ha sido ayer. ¡Desventurados! Allí sufrían ansia sin tregua, tortura cruel. Y en vano alzando los turbios ojos, te preguntaban, Señor, ¿por qué? ¡Y recurrían a tu alta gracia dispensadora de todo bien! ¡Oh Dios! Las gentes sencillas rinden culto a tu nombre y a tu poder: a ti demandan favores lo pobres, a ti los tristes piden merced; mas como el ruego resulta inútil pienso que un día, pronto tal vez no habrá miserias que se arrodillen, ¡no habrá dolores que tengan fe! Rota la brida, tenaz la fusta, libre el espacio ¿qué hará el corcel? La inopia vive sin un halago, sin un consuelo, sin un placer. ¡Sobre los fangos y los abrojos en que revuelca su desnudez, cría querubes para el presidio y serafines para el burdel! El proletario levanta el muro, practica el túnel, mueve el taller; cultiva el campo, calienta el horno, paga el tributo, carga el broquel; y en la batalla sangrienta y grande, blandiendo el hierro por patria o rey, enseña al prócer con noble orgullo ¡cómo se cumple con el deber! Mas, ¡ay! ¿qué logra con su heroísmo? ¿Cuál es el premio, cuál su laurel? El desdichado recoge ortigas y apura el cáliz hasta la hez. Leproso, mustio, deforme, airado soporta apenas la dura ley, y cuando pasa sin ver al cielo ¡la tierra tiembla bajo sus pies! " epdlp.com |