Parte de una historia (fragmento)Ignacio Aldecoa
Parte de una historia (fragmento)

"Del clorofílico cielo de la amanecida, sobre el perfil del acantilado, pende un nubarrón orondo, cárdeno y frutal. Desprendido rodaría por las laderas, machucándose y esparciendo zumo, hasta las playas de nuestra isla. El río de mar, en la turbiedad de la penumbra, parece canecido y mate. Las mujeres vierten los bacines en las aguas sin despertar de La Caleta, donde moran las falúas; y corren niños madrugadores, camaradas de perros, hacia el espigón del muelle, repeluznando a algún gato tránsfuga y alborotando a las gallinas, que picotean pulcramente en las basuras de la baja marea. Cantando hermosos quiquiriquíes y ahuecando las alas, el muecín de los gallos convoca al sol desde el alminar de una roca solitaria, dominante. En la vacilación de la mañana van a llegar las barcas de la pesca nocturna. He salida descalzo y camino con inseguridad, con aprensión. Pronto me acostumbraré, pero ahora la debilidad de las plantas de mis pies vence a mi voluntad, y mi andar entre cauteloso y circense atrae las miradas de todos. Los hombres sonríen gozosamente, y bajo los pañuelos que casi cubren los rostros de las mujeres sé que hay sonrisas picaras, como hay miradas cómplices por la diversión que les ofrezco. Me heriré antes de llegar a las piedras del muelle y haré un paso de pirueta que pondrá lágrimas de risa en los ojos de los chiquillos y atragantará de risas contenidas, elementalmente pudorosas, a las mujeres; risas que serán de alegre tutela en los hombres para el amigo bobo, para el amigo forastero, que cree sentirse de la isla y se desmiente de una manera tan sencilla. No han tenido suerte. He defraudado un poco a todos. Evidentemente, camino con más garbo porque mi público me abandona. Roque está apoyado en una cuba de sal, de la que caen granos que lanza al agua, turbando la pastura de los cardúmenes de pequeños paces de puerto que a veces son como una llama acuaria. Sonriendo, muestra los lechosos dientes postizos."


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