Libro de Réquiems (fragmento)Mauricio Wiesenthal
Libro de Réquiems (fragmento)

"-Una pluma perdida en San Petersburgo-
Pensaba en todas estas cosas, saboreando mi amargo café. Los nombres de los poetas muertos se amontonaban en mi memoria. Y estuve esperando dos horas en el bar del Hotel Astoria, pero mi amigo no se presentó a la cita. Quizás había muerto, y yo sin saberlo; porque nunca tuve una idea muy clara del tiempo en que se fueron mis muertos. Se llamaba Fiodor Mijailovich Dostoievski y escribía sombríos folletines de terror, tenebrosos exámenes de conciencia, atormentadas páginas de contrición: maravillosas vidas de idiotas, oscuras figuras de asesinos que se hacen amar porque sienten el dolor de su culpa; almas místicas que parecen lirios en los corredores sombríos donde se mueren los pobres diablos de sus novelas; dolientes retratos de madres que, con el cabello despeinado por el dolor, parecen mujeres caídas, y de mujeres caídas que, con los ojos mojados de lágrimas, parecen madres.
(…)
-El fantasma del monje negro-
Sólo los humildes pescadores de Missolonghi asistieron a su funeral. Se habían reunido todos en la pequeña iglesia de las lagunas griegas. Se oía toser. Y había una vieja gruesa, bajita y grasienta que lloraba. Hacía frío, “pero la pobreza -escribe uno de los presentes- le daba solemnidad al momento”… “Morimos como si no pasara nada -había escrito Byron- y la vida continúa”… El eco de la noche resonaba como un pellejo golpeado por musculosos y antiguos guerreros. Llovía a torrentes. Y el viento arrastraba en su grupa nombres confusos de mujer: Augusta, Medora, Ada, Allegra, Annabella, Carolina, Teresa… Luego cesó el fuego de la tormenta, acallóse el viento, la noche se arrebozó en sus sombras y las plumas blancas se fueron con la lluvia. "



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