Inferno (fragmento)August Strindberg
Inferno (fragmento)

"¡Qué delicia pronunciar esa palabra de madre que no he proferido desde hace treinta años! La vieja, de la orden de san Agustín, que lleva el traje de los muertos porque nunca ha vivido la vida, dulce como la resignación, nos enseña a sonreír a los sufrimientos como si fuesen alegrías, porque ella conoce los beneficios del dolor. Ni una palabra de reproche, ni regañinas, ni exhortaciones. Conoce el reglamento de los hospitales laicos, y sabe conceder pequeñas licencias a los enfermos, pero no a sí misma. Por ejemplo, me permite fumar en mi cuarto y ella misma se ofrece para liarme los cigarrillos, oferta que declino. Me consigue permiso para salir, fuera de las horas ordinarias, y, al descubrir que me dedico a la química, consigue que me reciba el sabio farmacéutico del hospital, que me presta libros y que, tras exponerle mi teoría sobre la constitución de los cuerpos simples, me invita a trabajar en el laboratorio. Esta monja ha jugado un papel en mi vida, y empiezo a reconciliarme con mi destino, alabando la buena desgracia que me ha guiado hasta este techo bendito. "


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