La dama de las camelias (fragmento)Alexandre Dumas (hijo)
La dama de las camelias (fragmento)

"Es proverbial el deseo que sienten las señoras del gran mundo para escudriñar el interior doméstico de ciertas mujeres, cuyos soberbios troncos salpican de lodo sus carretelas, que al par de ellas y entre ellas, tienen un palco en la Ópera y en los italianos, haciendo pública ostentación de su belleza, como de sus costosas galas y de sus escándalos. La que habitó la casa en que me hallaba, había muerto; podían, por lo tanto penetrar en su gabinete las damas más virtuosas. La muerte había desinfectado la atmósfera de aquella espléndida sentina y, sobre todo, podían hasta las más escrupulosas, escudarse en el pretexto que acudían a una venta, ignorantes de los pormenores de la casa a que se las llamaba.
(…)
Efectivamente; ¿puede darse nada más horroroso que la vejez de la prostitución, sobre todo en la mujer? Privada de toda dignidad no inspira ninguna clase de interés. El remordimiento continuo, no del mal camino recorrido, sino de los cálculos equivocados y del dinero malversado, es una cosa verdaderamente triste. Conocí a una de estas desgraciadas ancianas, que de su pasado no lo quedaba más que una hija, casi tan hermosa como lo había sido la madre, según testimonio de sus contemporáneos. La infeliz niña, a la que su madre jamás había dado el nombre de hija por otra cosa que para ordenarle que sostuviese su vejez, en compensación de haberla mantenido en su infancia; aquella desgraciada criatura se llamaba Luisa, y por obediencia a su madre, se abandonaba al vicio sin voluntad, sin pasión, sin goce alguno, de igual manera que hubiera ejercido, si se lo hubiesen enseñado, u oficio cualquiera. El hábito contínuo del libertinaje, en el cual había nacido, acompañado de una naturaleza débil y enfermiza; habían privado a la pobre niña de la inteligencia del bien y del mal, que, si Dios se la había concedido al nacer, nadie había cuidado de arraigar."



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