La casa de los budas dichosos (fragmento)João Ubaldo Ribeiro
La casa de los budas dichosos (fragmento)

"Cuando llegó, se detuvo justo debajo del arco de la sala, sin nada debajo de la arpillera de los pantalones cortos. Inmediatamente vi que se trataba de una vestimenta apresurada, una fuerza irresistible empujaba la tela casi en el medio del muslo izquierdo. Cruzó las manos en una posición que ahora podría parecer divertida, pero que connotaba seriedad. Sentí un cosquilleo en el vientre. No estaba segura de por qué aquel hombre de color sabía que me habían insultado. ¿Y si sólo le enseñara a atrapar pájaros y leer algunas letras del alfabeto? Sólo recuerdo que pasó mucho tiempo y que mi respiración se aceleró. Luego vino la violación, una violación innegable. Su nombre era Domingo. Mis ojos miraban hacia las paredes, en medio del amargo recuerdo del sacerdote Vitorino en la clase infantil de catecismo, diciendo que el Domingo significaba el día del Señor, Dominus Vobiscum et cum spiritum tuum Introibo ad altare Dei ite missa est. Así se rezaba. Me sentí invadida por un torbellino, mis oídos zumbaban, pero me levanté la falda y le pedí que me acariciara. No recuerdo lo que me dijo. Recuerdo que escupió a un lado y dijo que nada de eso. Recuerdo que me miró y vio el lugar comúnmente bautizado con nombres de lo más ridículos, que disfrazan una realidad vestida con la única conformidad de las letras desnudas y desvergonzadas. Él ya se sentía satisfecho y yo lo apreté contra mis piernas en un ejercicio de inaudita audacia. Volví a pedirle que me acariciara, con una voz plena de salvaje instinto. Hablé enérgicamente y el déjo caer su cabeza de tal forma que tenía incluso dificultades para respirar. Al terminar se deslizó hasta el suelo, se apoyó contra la pared con las piernas abiertas, tratando de degustar cada detalle del placer, mientras algo fibrilar se expandía por mi boca, nariz, ojos, lengua y cabeza. "


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