Tenderenda el fantástico (fragmento)Hugo Ball
Tenderenda el fantástico (fragmento)

"Nos encontramos transportados a la emoción de una ciudad imaginaria. Un nuevo dios es esperado.
Foudretête (de la que ésta será la única aparición en la novela), ha elegido domicilio en una torre, desde donde distribuye variopintos boletines destinados a dar cuenta de la evolución de las cosas. Cae una tarde tibia. Aparición de un charlatán, que, en la plaza vieja, deja entrever que va a subir al cielo. Ha concebido para este fin una teoría personal, que expone prolijamente.
Fracasará, sin embargo, a causa del escepticismo del público. Consecuencias de ese fracaso.
Aquel día, Foudretête no pudo asistir a la fiesta. Sentado ante atlas y compás, se afanaba en divulgar la sabiduría de las esferas superiores. Los largos rodillos de papiro –cubiertos de signos y animales pintados–, que arrojaba desde la torre, advertían al pueblo de a pie que estaba bajo nidos de legiones de ángeles, que, sin desmayo, revoloteaban a su alrededor con estridentes gritos. Pero ese día se vio a alguien que lleva-ba por las calles de la ciudad, en el extremo de una larga percha, un cartel en el que podía leerse:
Talitha qoumi, nena, levántate,
Eres tú, serás tú.
Hija del arroyo, madre de la alegría,
Aquellos que han sido ahorcados, exilados
Encarcelados y quemados en la hoguera
Claman por tí.
Libéralos, oh bendícelos,
Tú la desconocida,
¡Manifiéstate!
Con ayunos y purgaciones, la ciudad se preparaba para la aparición de un nuevo dios y algunos ya se apartaban de la turbamulta, diciendo que lo habían encontrado entre el gentío. Se publicó un aviso, don-de se advertía que quienquiera que fuese sorprendido visitando sin autorización las ruedas de las campanas y las torres de los harapos sería librado vivo a la muerte. El vínculo causal se había hinchado de ovas y fue ofrecido, a la vista de todos, como alimento de las arañas sagradas. Acompañándose de matracas y cornamusas, artistas y eruditos se retorcían las manos en largas procesiones de súplica y café. Pero en todos los soplos de aire y en los tragaluces colgaban las filigranas y surgían las jeringas de cristal.
Entonces, llegando desde el otro lado de laplaza vieja como para una cita, se vio aparecer al vidente de cara violeta, comandando a las casas que reían, a las estrellas, a la luna y a la muchedumbre, y diciendo:
Amarillo limón son los cielos. Amarillo limón son los campos del alma. Hemos inclinado nuestra cabeza oblicua hacia la tierra y abierto bien los oídos. Hemos desplegado sayales y capuchas y nuestra espalda de porcelana brilla fulgurante en la estructura.
En verdad, os digo, no es a vosotros a quien concierne mi humildad, sino a DIOS. Cada cual busca una felicidad para la que no da la talla. Nadie tiene tantos enemigos como podría tener. El hombre es una quimera, un milagro, casi divino, lleno de malicia y astucia a partes iguales. "



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