Sendino se muere (fragmento)Pablo D'Ors
Sendino se muere (fragmento)

"Lo segundo que más llamaba la atención en Sendino era su manera de hablar. Aunque no me dijo que era médico, desde el principio supe que se trataba de una persona culta. No lo digo, como es obvio, por los tecnicismos médicos que, ocasionalmente, salpicaban su discurso, sino por la inusual corrección de su expresión hablada. Sendino no era como la inmensa mayoría de nosotros, que en el lenguaje hablado dejamos buena parte de las frases sin terminar, dando mucho por sobrentendido o montando una idea sobre la otra, con la intención de no dejar ninguna sin decir. No. Tanto en el léxico, de gran precisión, como sobre todo en la sintaxis, rica y hasta compleja, Sendino cautivaba a quienes la escuchábamos. Nunca asistí a ninguna de sus clases de medicina, pero estoy convencido de que tuvo que ser una excelente profesora.
Exponía sus ideas, además, de forma muy sistemática y concienzuda; quizá demasiado analítica, lo que en algunos casos podía hacerla parecer prolija. Pero ella misma se percataba de su prolijidad, y no eran pocas las ocasiones en que se reprimía. Le vencía el deseo de ser didáctica. Supongo que sentíauna auténtica pasión por la enseñanza. También por aprender (y esto resulta particularmente loable en quien tanto sabía), y ello tanto en el campo sanitario, que fue en el que se formó, como en el más específicamente cristiano, que fue del que bebió para nutrirse por dentro.
De modo que cuando yo entraba en su cuarto sabía que iba a asistir a una especie de lección magistral.
Sendino iba a explicarme su estado de salud con todo detalle, pues a ella no le bastaba un simple «bien» o un «regular» (nunca me confesó que se sintiera verdaderamente mal). «Si alguien me pregunta cómo estoy —me comentó un día—, imagino que realmente desea saberlo.» De forma que describía sus síntomas, los derroteros que había tomado su última conversación con los médicos, las hipótesis más plausibles que se habían abierto, las terapias más convenientes que le habían propuesto y sus contrapartidas, el pronóstico previsible y, en fin, otras tantas particularidades sobre las que ella se extendía sin recato. No se debía preguntar a Sendino cómo se encontraba si es que realmente no se deseaba ser informado. "



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