La profecía del abad negro (fragmennto)José María Latorre
La profecía del abad negro (fragmennto)

"Al colgar el teléfono ya estaba arrepentida de haber aceptado aquel trabajo, pero era demasiado tarde para echarme atrás. Imaginé un ambiente sórdido y una so­ciedad cerrada, regida por convencionalismos sociales de todo tipo, y me angustió pensar que debería vivir unos meses allí. Sin embargo, traté de animarme diciéndome a mí misma que al menos dispondría de tiem­po para dedicarme a repasar las galeradas de mi libro y preparar el nuevo.
No sabía cuánto me equivocaba, porque ese viaje a Stoney iba a significar para mí un tenebroso descenso al mundo de los muertos; y el expreso que me disponía a tomar, lo más parecido a la barca de Caronte.
Como si la meteorología se hubiera empeñado en confirmar mis previsiones, llegué a Stoney bajo una intensa lluvia. El temporal había acompañado al tren du­rante, más o menos, una hora de su camino, y era tan fuerte que yo no alcanzaba a divisar ni una luz desde la ventanilla de mi compartimento: sólo un paisaje ocluido por la oscuridad. Y probablemente no me habría en­terado de que había llegado a mi destino de no haber sido por el revisor, un hombre amable que tuvo a bien decirme que arribaríamos a Stoney en diez minutos.
Por suerte, sólo llevaba conmigo dos maletines, ya que el día anterior había facturado el resto del equipaje en una agencia de transportes por carretera, y salvé rápidamente la distancia que me separaba del vestíbulo, seguida por el ruido de la lluvia golpeando la techumbre metálica. Ante mi consternación, descubrí que se trataba del lugar más sórdido que había tenido ocasión de ver en mis viajes por el país. Era la única pasajera del tren que había bajado en aquella estación, y me encontré en una sala oscura y desierta que apestaba a suciedad. "



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