Antes de la tormenta (fragmento)Theodor Fontane
Antes de la tormenta (fragmento)

"La granja forestal de Hoppenmarieken apenas había sido cubierta en sus alrededores por la inexistencia de un desnudo camino. Este camino, visto siempre como algo ajeno, se situaba en ángulo recto con el pueblo, unos cien metros detrás de la granja comenzaba a ascender hacia la colina, en la línea paralela tantas veces mencionada, a modo de camino de entrada a la mansión Nussbaumallee. Era el barrio pobre de Hohen-Vietz, donde estaban alojados todos los depravados y marginados de la sociedad, habiéndose convertido en una especie de campamento gitano, sin que el gobierno del pueblo se preocupara en exceso por estos individuos. Siempre fue así, y sólo se intervenía cuando fuera necesaria la mediación de algún castigo o admonición.
El estatus moral de los guardas forestales coincidía en cierta forma con su apariencia. Las cabañas de sus habitantes diferían sólo en su parte frontal y posterior, pero el humo de las estufas se levantaba sobre todos sus techos. La nieve cubría todo con total igualdad.
En el pasado, ya se encontraba a mitad de la colina Lehmkate, el Hoppenmarieken con el que empezamos nuestro capítulo. El Kofen se había desvanecido y en su lugar quedaba el vestigio de una casita que por lo demás nunca tuvo una entrada o una abertura de luz. Un cubo con sólo dos ojos. El interior constaba de poco espacio. La sala era tan estrecha como profunda, completamente a oscuras en la época del verano, pero un pequeño ramalazo de luz se filtraba a través de la puerta abierta, mientras que en el invierno tenían que quemar algunos leños en la chimenea.
Entonces Hoppenmarieken estaba en casa. ¿Pero quién era Hoppenmarieken? Hoppenmarieken era una enana. Nadie sabía a ciencia cierta su historia. La más vieja de la alta Vietz había llegado a la aldea hacía aproximadamente unos treinta años, como una vagabunda, al igual que algunos otros antes y que otros después, era vista con ojos desfavorables. El propietario en aquel entonces, el anciano Berndt von Vitzewitz había tenido piedad de ella y jocoso ante los conflictos y preocupaciones circundantes, afirmaba que tenían la fortuna de contar con alguien tan antiguo como grotesco, con las mismas botas de agua, la misma bufanda y la reconocible falda de friso rojo, semejando en su conjunto un palo curvado en forma de varilla. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com