El traje hace al hombre (fragmento)Gottfried Keller
El traje hace al hombre (fragmento)

"Allí entró el portador del abrigo, sin protestar, manso como un corderillo, y cerró cuidadosamente tras sí. Una vez dentro se apoyó en la pared, sollozando amargamente, y deseó ser de nuevo partícipe de la dorada libertad de la carretera, que a él, aunque era tan malo el tiempo, le parecía la más alta dicha.
Sin embargo, se enredaba entonces, en la primera mentira propia, porque se detuvo algo en el cerrado cuarto, y penetraba así en el resbaladizo camino de los pícaros.
Mientras tanto el posadero, que le había visto salir con el abrigo gritó:-El señor tiene frío. ¡Calentad más la sala! ¿Dónde está Elisa, dónde Ana? ¡Pronto; un cesto de leña a la estufa, y unos puñados de virutas, que ardan! ¡Al diablo! ¿Deben los huéspedes de "La Balanza" sentarse a comer con abrigo?
Y cuando el sastre salió peregrinando de nuevo por el largo pasillo, melancólico como el espíritu de algún antepasado en un castillo de estirpe, le acompañó otra vez, con mil cumplimientos y frotándose las manos, a la odiada sala. Allí fue llevado a la mesa sin esperar más, se le acercó la silla, y el aroma de una buena sopa, que hacía mucho tiempo no olía, terminó de vencer su voluntad; se sentó, en el nombre de Dios, y sumergió la pesada cuchara en el caldo castaño-oro. En el profundo silencio refrescó su espíritu de vida, y fue servido con tranquilidad y calma llenas de atención.
Cuando hubo terminado el plato, al ver el posadero que le gustaba tanto, le insto cortésmente para que tomara una nueva cucharada, pues aquello era bueno en tiempo frío.
Después se le sirvió la trucha, guarnecida de ensalada, y el posadero le presentó un hermoso trozo. Sin embargo, el sastre, atormentado por sus preocupaciones, no se aventuraba a utilizar el reluciente cuchillo, sino que sólo manejaba encogida y melindrosamente el tenedor de plata. Al observarlo la cocinera, que, junto a la puerta, curioseaba para ver al gran señor, dijo a los circunstantes:-¡Alabado sea Jesucristo! Sabe comer un pescado como es debido; no sierra con el cuchillo en el trozo blando, como si se tratara de sacrificar una res. Es un señor de buena casa, y lo juraría a gusto, si no estuviera prohibido. "



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