La ópera de dos centavos (fragmento)Bertolt Brecht
La ópera de dos centavos (fragmento)

"MACHEATH. — Aunque la vida con sus oleadas tempestuosas nos haya empujado —a nosotros, viejos amigos de juventud— en direcciones totalmente opuestas; aunque nuestros intereses profesionales sean del todo distintos, y hasta podría decirse que están perfectamente contrastados, nuestra amistad ha sobrevivido a todo. ¡Miren y aprendan! Castor y Pólux, Héctor y Andrómaca, etcétera, etcétera. Muy rara vez ha sucedido que yo, humilde bandido (ya saben lo que quiero decir), haya dado un golpecito sin hacerle llegar a él, a mi amigo, una parte de las ganancias —¡una parte considerable, Brown!—en calidad de ofrenda y testimonio de mi inmutable fidelidad. Y muy rara vez ha sucedido —sácate el cuchillo de la boca, Jacobo— que él, el omnipotente jefe de policía, haya dispuesto una batida sin antes hacerme llegar a mí, a su amigo de juventud, un disimulado aviso. Esto y cosas parecidas siempre han sido recíprocas. ¡Miren y aprendan! (Toma a Brown del brazo.) Bueno, viejo Jackie, estoy encantado de que hayas venido: ha sido una gran prueba de amistad.
Pausa. Brown observa con aire apenado un tapiz colgado en el fondo.
MACHEATH. — Un Shira legítimo.
BROWN. — De la Compañía Oriental de Tapices.
MACHEATH. — Sí, allí nos servimos siempre. Sabes, Jackie, tenía verdadera necesidad de que hoy vinieses; espero que no te haya resultado demasiado violento, considerando tu situación.
BROWN. — Mac, sabes perfectamente que a ti nada puedo negarte... Pero ahora debo irme, estoy preocupadísimo: si durante la coronación de la reina ocurriese el más mínimo incidente...
MACHEATH. — Escucha, Jackie: mi suegro es un viejo asqueroso. Si tratase de meterme en líos, ¿hay algo contra mí en Scotland Yard?
BROWN. — En Scotland Yard no hay absolutamente nada contra ti.
MACHEATH. — Naturalmente.
BROWN. — Ya lo he arreglado todo. Buenas noches.
MACHEATH. (Dirigiéndose a los componentes de su banda). ¿Quieren levantarse o no?
BROWN (a Polly). — ¡Muchas felicidades! (Sale acompañado por Mac.)
JACOBO (que, entretanto, junto con Matías y Walter, ha conversado con Polly).— Debo confesar que, cuando oí que llegaba Brown, el Tigre, no pude reprimir ciertos temores.
MATÍAS. — Es una suerte, señora, que estemos en buenas relaciones con las altas autoridades.
WALTER. — Sí, Mac siempre tiene una carta en reserva que nosotros ni siquiera suponemos que existe. Pero también nosotros tenemos algo en reserva. Señores, son las nueve y media.
MATÍAS. — Y ahora viene lo más hermoso.
Todos se dirigen hacia el fondo, a la izquierda, y se ubican detrás del tapiz. Entra Mac.
MACHEATH.— Bueno, ¿qué hay?
MATÍAS. — Una última sorpresa, capitán. Detrás de la cortina los bandidos vuelven a cantar la canción de Bill Lawgen, pero esta vez en voz baja y con expresión sentimental. A las palabras de "el nombre preguntó", Matías arranca el tapiz y todos prosiguen cantando, rugiendo y dando palmadas sobre una cama que estaba allí oculta.
MACHEATH. — Gracias, camaradas; les agradezco de todo corazón.
WALTER. — Y ahora nos esfumamos sin hacer ruido.
Todos los componentes de la banda hacen mutis.
MACHEATH. — Y ahora los sentimientos deben tener su parte. De lo contrario, el hombre se convierte en un esclavo de su profesión. ¡Siéntate, Polly! (Música.) ¿Ves la luna sobre Soho?
POLLY. — La veo, amor. ¿Sientes latir mi corazón, querido?
MACHEATH. — Lo siento, amada.
POLLY. — Donde tú vayas, también yo iré.
MACHEATH. — Y donde tú te quedes, también yo me quedaré. "



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