La casa pintada (fragmento)Montserrat del Amo
La casa pintada (fragmento)

"La primera vez que vio Chao la Casa Pintada estaba viajando dentro de un cesto que se balanceaba colgado al extremo de una larga caña de bambú.
Al otro lado, al final de la caña, colgaba otro cesto lleno de verduras y todo el peso del balancín cargaba sobre la nuca y los hombros del Abuelo.
Ya al empezar el largo camino, primero por senderos polvorientos y después por el Camino Imperial que llevaba a la ciudad, Chao se había quedado dormido acurrucado en el fondo del cesto, mecido por el balanceo.
Al entrar en Pekín, le despertó el Abuelo:
-¡Mira! -dijo zarandeando la caña.
Chao se espabiló al momento y se asomó a ver la ciudad. Era muy grande y muy negra. Había larguísimas calles de paredes oscuras, donde se veían grandes bocas abiertas.
-¿Qué es eso?
-Son las entradas a los patios. Dentro están las puertas y las ventanas de las casas de muchas familias -respondió el Abuelo.
Al pasar por delante se oían charlas, risas y canciones. En los patios había alegría, vida y movimiento, pero en las calles la gente caminaba deprisa y en silencio.
Tras un largo recorrido entre paredes negruzcas, llegaron a una plaza.
Al otro lado surgió de pronto una llamarada en rojo vivo.
-¡Fuego! -gritó Chao.
El Abuelo se echó a reír y Chao se frotó los ojos deslumbrados. Se empinó hasta asomar la nariz por el borde del cesto y pudo ver que lo que tanto le había asustado era un largo muro pintado de rojo de arriba abajo.
Brillaba como fuego o sol al sol de la mañana. Y eso no era todo. De trecho en trecho, el muro estaba reforzado con torrecillas rojas, y por detrás se alzaban las paredes y las vigas de una casa adornada con dibujos en azul, verde, rojo, blanco y amarillo.
-¡Una Casa Pintada! -exclamó Chao, sorprendido.
Destacaba vivamente sobre el negro uniforme del resto de la ciudad. El muro, más alto que todas las demás casas, estaba rodeado de un foso lleno de agua, y por encima del muro se asomaba, más alta aún, la Casa Pintada. "



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