No te muevas (fragmento)Margaret Mazzantini
No te muevas (fragmento)

"Te has saltado el stop. Lo has pasado a toda velocidad con tu chaqueta de piel sintética y los auriculares del walkman pegados a las orejas. Había dejado de llover un momento. Por encima de las copas de los plátanos y las antenas, los estorninos atestaban la luz cenicienta, ráfagas de plumas y chirridos, manchas negras que oscilaban, se rozaban sin herirse y luego se abrían, se diseminaban antes de cerrarse de nuevo en otro vuelo. Abajo, los peatones se protegían la cabeza con el periódico, o sólo con las manos, de la lluvia de estiércol que caía del cielo y se acumulaba en el asfalto junto a las hojas mojadas que caían de los árboles, despidiendo un olor dulzón y opresivo que todos se apresuraban en dejar atrás.
Has llegado hasta el cruce a toda velocidad desde el fondo del callejón. Casi lo habías pasado, y el del coche casi había conseguido esquivarte. Pero había barro en el suelo, guano grasiento de la reunión de estorninos. Las ruedas del coche han patinado en esa costra resbaladiza, sólo un poco, pero ese poco ha bastado para que el coche le dé a tu scooter. Has salido volando hacia los pájaros y has caído entre su mierda, y contigo ha vuelto tu mochila llena de pegatinas. Dos de tus libretas han acabado en el borde de la acera, en un charco de agua negra. El casco ha rebotado por la calle como una cabeza vacía, no te lo habías abrochado. Enseguida se te han acercado los pasos de alguien. Tenías los ojos abiertos, la boca sucia, ya sin incisivos. El asfalto te había entrado en la piel, punteándote las mejillas como la barba de un hombre. La música había parado, los auriculares del walkman habían resbalado entre tu pelo. El hombre del coche se ha dejado la puerta abierta y ha llegado hasta donde estabas, te ha visto la brecha en la frente y se ha llevado las manos a los bolsillos en busca del móvil; lo ha encontrado, pero se le ha caído de las manos. Lo ha recogido un chico, ha sido él quien ha llamado a urgencias. Mientras tanto, el tráfico se ha detenido. El coche está atravesado en la calle y el tranvía no puede pasar. El conductor ha bajado; han bajado muchas personas y se han dirigido hacia ti. Gente que nunca has visto te ha rozado con la mirada. De tus labios ha salido un pequeño gemido junto con un capullo de espuma rosada mientras te alejabas de la vida con los ojos abiertos. Había mucho tráfico, la ambulancia ha tardado. Tú ya no tenías prisa. Estabas quieta dentro de tu chaqueta peluda como un pájaro sin viento.
(...)
Como si hubiera arrastrado alguna duda hasta las puertas del sueño, no me pregunté cual, pero sonreí en la oscuridad y al hacerlo sentí que mi piel se acartonaba bajo los pómulos contra la sábana, cuanto me gustaba espiarla. Era feliz. Uno nunca se da cuenta de cuándo es feliz, Ángela, y me pregunté por qué la asimilación de un sentimiento tan benévolo nos encuentra siempre poco preparados, despistados, tanto que sólo conocemos la nostalgia de la felicidad o su espera perpetua. "



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