La mujer del espejo (fragmento)Éric-Emmanuel Schmitt
La mujer del espejo (fragmento)

"Anny entendió entonces por qué su camerino estaba atestado de ramos. Quizá quienes los habían mandado habían recibido el aviso de que su regalo sería filmado, y por eso habían grapado su tarjeta de visita, bien visible sobre el celofán que envolvía los ramos...
Un tropel de fotógrafos invadió el vehículo. Cada uno de ellos gritaba "¡Anny!" para captar su mirada. Se empujaban unos a otros, tan numerosos que los disparos de sus máquinas sonaban como un chisporroteo de fritura, y el frenesí de los flashes borraba por instantes todos los colores. Era tal la confusión y el estruendo que Anny se creyó en medio de un ciclón. Aunque ya tenía el rostro embadurnado de polvos y cremas, la muchacha volvió a sentarse en su silla y fingió entregarse a las maquilladoras; después se concentró en el director y simuló estar enfrascada en una discusión artística sobre el guion de la película; luego inhaló el perfume de las rosas y las orquídeas con una sonrisa beatífica; por último, hizo como que leía las notitas que acompañaban a los ramos, aquellos que le tendía Johanna, que tenía una lista de prioridades.
Reaccionando a una señal de la agente, tan rápidamente como habían aparecido, los periodistas desaparecieron. El silencio, opresivo, sucedió al estruendo.
Anny se tumbó, molida. Una sesión de esas características la vaciaba por dentro, como si, una a una, las fotografías le sacaran gotas de sangre; un ataque de vampiros la habría dejado igual de exhausta. Los pueblos que se negaban a ser fotografiados compartían ese mismo malestar: que tomen tu imagen es como robarte una parte de ti mismo. Anny se sentía como si la hubieran raptado. Esos hombres no sólo la habían desposeído, mermado, sino que también la habían cortado en pedazos, la habían troceado, la habían hecho añicos. Ahora debía aislarse para reconstituirse. "



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