Una misma noche (fragmento)Leopoldo Brizuela
Una misma noche (fragmento)

"Entonces advertí, a sus espaldas, en la vereda de enfrente, un auto con tres hombres dentro y una puerta abierta, como si lo esperaran. Vendrían en caravana, supuse, y algún otro auto se les habría perdido.
Pero me acordé de Diego, el vecino de la casa 5, que había decidido dejar de alquilarme mi garaje cuando empezó a trabajar de noche, “y de noche, vos viste lo que hacen ahora: te esperan en las sombras y se meten con vos…”.
Eché a correr fingiendo que la perra al fin conseguía arrastrarme. Traté de girar la llave sin perder un segundo; la perra entró con esa urgencia absurda que infunde la costumbre y, tan pronto como cerré, corrí el pasador enorme que colocó mi padre sobre las tres cerraduras. Entonces respiré, y subí, y quizá olvidé todo, como quien deja la noche en manos de sus dueños.
También yo tengo rutinas como las de mi perra: si me hubieran llamado a declarar, si este fuera un asunto de detectives, jueces y jurados, como en las novelas, habría podido enumerar qué hice desde entonces, no porque lo recuerde, sino porque siempre hago lo mismo. Como si me preguntaran: “¿Latía el corazón?”.
Fui primero a la cocina, llené una taza con agua y la metí en el microondas; después fui hasta mi estudio a encender la computadora y a mi cuarto a quitarme la ropa. Y cuando sonó la alarma del hornito —tres minutos exactos: ¿qué no es computable en la vida actual?— saqué la taza, eché un saco de té y me senté ante la pantalla, a ese tiempo sin tiempo que tampoco puede haber sido tanto. Si la mente consigue perderse en la Internet, el cuerpo, ese estorbo, cansado, se repliega.
Había pasado todo el día en casa de una amiga de Boedo que quizá, también ella, podría declarar ahora (la inconcebible minucia de las novelas policiales se instala en mí; y la culpa de saber, de haber sido testigo). Revisé mi casilla de emails, pero casi nadie escribe en las noches de sábado. Quizá contesté alguno y pasé cierto tiempo revisando los diarios, pero como ya no son dominicales los suplementos literarios, no me demoré. Y si entré en la página de chat, no habré permanecido más que lo que dura una paja entre hombres viejos, furtivos, decadentes de sueño, escondidos de sus esposas. "



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