Señor del mundo (fragmento)Robert Hugh Benson
Señor del mundo (fragmento)

"Oliver amaba todo atisbo de vida humana -ajetreadas vistas o sonidos- y estaba escuchando ahora, sonriendo levemente para sí al mirar el claro cielo. Después cerró los labios, posó de nuevo los dedos en las teclas, y siguió redactando su discurso.
Había tenido suerte en cuanto a la situación de su casa, sita en un rincón de una de esas inmensas telarañas que cubrían el condado, y para sus propósitos era todo lo que se podía desear. Estaba bastante cerca de Londres como para ser muy barata, pues todos los pudientes se habían retirado al menos a 50 kilómetros del tumultuoso corazón de Inglaterra, y sin embargo era tan quieto como se podía pedir. Estaba a menos de diez minutos de Westminster por un lado y veinte minutos del mar por el otro, y su electorado yacía delante de él como en un mapa. Además, como la gran Terminal de Londres estaba a diez minutos, tenía a su disposición la Línea Troncal. Primera a cualquier gran ciudad inglesa. Para un político de no muchos dineros, que debía hablar en Edimburgo un día y el otro en Marsella, estaba tan bien situado como cualquiera en Europa.
Era un hombre de aspecto agradable, de no mucho más de treinta años, cabello negro duro, afeitado, delgado, varonil, atrayente, de ojos azules y tez blanca, y aparecía hoy sumamente contento de sí mismo y del mundo. Sus labios se movían sutilmente al escribir, sus ojos se ensanchaban y estrechaban con la excitación, y más de una vez hacía pausa y paseaba los ojos afuera, sonriente y acalorado.
Se abrió una puerta y un hombre maduro entró nerviosamente con un montón de papeles, los dejó caer sobre la mesa y se volvió para salir. Oliver lo detuvo con un ademán, corrió una palanca, y lo interpeló:
-¿Qué hay, Phillips?
-Noticas del Oriente, señor -dijo el secretario.
Oliver miró a un lado, y puso la mano sobre el montón.
-¡Algún mensaje completo? -inquirió.
-No, señor, interrumpidos otra vez: el nombre de Mister Felsenbourgh es mencionado.
Oliver pareció no oír; levantó las delgadas hojas impresas con un gesto súbito, y empezó a hojearlas.
-El cuarto desde arriba, Mister Brand -dijo el secretario.
Oliver sacudió la cabeza con impaciencia, y a esta señal salió el otro.
La cuarta hoja desde arriba, impresa en rojo sobre verde, pareció absorber del todo la atención de Oliver, pues la recorrió tres o cuatro veces, reclinado inmóvil sobre su butaca.
Después suspiró y miró de nuevo por la ventana.
Otra vez se abrió la puerta y entró una joven alta. ¿Qué hay querido? -preguntó.
Oliver meneó la cabeza con los labios apretados. "



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