No hay padres perfectos (fragmento)Bruno Bettelheim
No hay padres perfectos (fragmento)

"Los escritos psicoanalíticos, o la formación en la misma disciplina, pueden poner al estudiante perfectamente al corriente de los problemas generales y de los caprichos del desarrollo humano. El conocimiento de estas cosas ofrece una buena oportunidad para comprender lo que puede haber debajo de los detalles concretos de una situación; mas esto es sólo el punto de partida de las deliberaciones atentas sobre el caso individual. El siguiente paso que debe dar el padre o la madre, al igual que el jurista o el psicoanalista, consiste en evocar en sí mismo resonancias del problema global y de la forma concreta, específica, en que se presente el problema, de tal modo que esta comprensión no sea sólo racional, sino también empática y emotiva.
Si los consejos de un extraño acortan este proceso de descubrimiento, el padre o la madre puede caer en la tentación de creer que la lucha en pos de la comprensión es innecesaria. Pero, por muy correctamente que le hayan informado, por inteligente que sea el consejo que haya recibido sobre lo que debe hacer -en vez de estimularle a pensar por cuenta propia sobre el asunto-, la intervención de un extraño destruye la espontaneidad al hacer frente al problema y la satisfacción de encontrar un método propio para resolverlo. Esto es muy importante en la educación de los niños, pues en todo momento intervienen en ella emociones complejas y no podemos evitar la sensación de que la mejor solución, la única solución auténtica, es la nuestra. Buscar, con la ayuda de otras personas, como hacemos al consultar con expertos, una comprensión del problema global, con el que es posible que estemos familiarizados, es una forma razonable de proceder. Pero actuar de acuerdo con las recomendaciones ajenas no puede evocar en nosotros las sensaciones de confirmación que brotan de nosotros sólo cuando hemos comprendido por cuenta propia, a nuestro propio modo, lo que determinada situación lleva aparejado y lo que, por ende, podemos hacer al respecto.
Mientras luchamos en busca de la solución correcta de un atolladero, para entender cómo y por qué nosotros y nuestro hijo nos hemos metido en él y en qué consiste el problema, invertimos mucha energía intelectual y emotiva. Nuestros hijos, que están en armonía con sus padres en todo momento, se dan cuenta de esto y se sienten satisfechos al ver que son merecedores de una inversión tan grande por nuestra parte. Esta indicación de la profundidad de nuestro compromiso suele ser el ingrediente más importante para llegar a ellos y, por ende, alcanzar nuestra meta: una relación satisfactoria y, por lo tanto, provechosa entre padres e hijos. "



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