Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (fragmento)Michael Chabon
Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (fragmento)

"He aquí una historia de soluciones imposibles a problemas irresolubles. Will Eisner, en conversación.
Fue un sueño larvario —un sueño de evasión fabulosa— el que finalmente había llevado a Josef Kavalier a través de Asia y del Pacífico y hasta el camastro de su primo en Ocean Avenue.
Tan pronto como el ejército alemán ocupó Praga, en ciertos ambientes se empezó a hablar de poner a salvo el famoso Gólem de la ciudad, el autómata milagroso del rabino Loew, enviándolo al exilio. Con los nazis llegaron los rumores acerca de confiscaciones, expropiaciones y saqueos, sobre todo de objetos sagrados de los judíos. El gran miedo de sus guardianes secretos era que el Gólem fuera embalado y enviado para adornar algún Institut o colección privada de Berlín o Munich. Un par de jóvenes alemanes de mirada taimada y voz susurrante habían pasado casi dos días deambulando con cuadernos por la Vieja Nueva Sinagoga, en cuyos aleros la leyenda situaba al paladín largo tiempo aletargado del gueto. Los dos jóvenes alemanes habían asegurado que eran académicos, que estaban allí por interés personal y no tenían vínculos oficiales con el Reichsprotektorat, pero nadie los creyó. Se rumoreaba que ciertos altos cargos del partido en Berlín eran estudiantes ávidos de teosofía y de las llamadas ciencias ocultas. Parecía cuestión de tiempo que descubrieran al Gólem en su ataúd gigante de madera de pino, durmiendo su letargo sin sueños, y lo robaran.
En el círculo de sus guardianes había cierta resistencia a la idea de enviar al Gólem al extranjero, ni aunque fuera para protegerlo. Algunos decían que como se había formado originalmente con el barro del río Moldava, podía sufrir cierta degradación física si lo alejaban de su clima nativo. Los que tenían inclinaciones historicistas —y que, como todos los historiadores del mundo, se atribuían con orgullo la perspectiva más juiciosa— argumentaban que el Gólem ya había sobrevivido a muchos siglos de invasiones, calamidades, guerras y pogromos sin ser descubierto ni desplazado, y se manifestaban contrarios a reaccionar de forma precipitada ante una simple mala racha más para los judíos de Bohemia. Incluso había unos cuantos en el círculo que, cuando se les presionaba, admitían que no querían enviar lejos al Gólem porque interiormente no habían renunciado a la esperanza infantil de que el gran enemigo de quienes odiaban a los judíos y los acusaban falsamente de crímenes pudiera ser revivido en un momento de extrema necesidad para luchar de nuevo. Al final, sin embargo, la votación se decantó a favor de enviar el Gólem a un lugar seguro, preferiblemente a un país neutral que no estuviera metido en la contienda y donde hubiera población de judíos. "



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