La cura de uvas "Durante dos días aliméntate de agua. La tercera mañana Bebe agua, y unos veinte minutos después Come tus primeras uvas. En tantas semanas como necesites Estarás curado. Lo que ocurre, simplemente, Es que te purgas, y la inanición, no tuya sino de lo que Se nutre de ti, cuelga de tu corazón como un cangrejo. Los primeros días tienen cierto sabor: en una copa de huesos, Miel silvestre, langostas, el almuerzo del grácil ermitaño, Y porrones enfriándose entre paredes; el verbo De Haendel en un estrellado desván haciendo sonar La pregunta acerca de cuánto necesita uno, Lo cual es una gran travesura para un hombre solemne. Y el rubicundo coloso que te había custodiado Se mueve hasta una columna sobre esas serpenteantes arenas Donde su ausencia planta el esplendor arrancado A ese lugar por tardíos visitantes. Y sólo entonces, perdida Con la última ilusión de que cualquier cosa importa Como una moneda falsa, sobrevienen tales languideces. Que tironeado simultáneamente en dos sentidos por la distante estrella Llamada Plenitud y el mondo planeta Menguante, Tu cuerpo aprende cómo está encadenado al miedo. Aprendes que necesitas una sola cosa que, comprimida Contra tu paladar, todavía no es deleite, ni siquiera La esperanza de eso. Tu cuerpo como una costa Al anochecer, en cuyos malsanos bajíos, negros y mendigos Vagando con sus guaridas a cuestas, Arden como las ciudades de la antigüedad sorprendidas Por una vez sin la pátina del tiempo; Y en la marea alta, si bien atractivas, sospechosas aún, Aduladas, pero (aunque sospechosas) apreciadas. Por temor de que todo fracase, de que cuando Handel cese Las atentas bestias no se hayan apaciguado, O de que, mañana por la mañana, cuando el sol Cruce de un tranco las viñas, un hombre enfermo pretenda De algún modo que de ese aire criselefantino El oro no pueda ser compasión, ni el marfil caridad. " epdlp.com |